Los hongos son seres especiales, y aunque es cierto que han estado colaborando con nosotros desde hace miles de años en la producción de quesos, vinos y otros productos fermentados, apenas estamos empezando a descubrir su verdadero potencial. Se estima que solo conocemos un pequeño porcentaje de las especies existentes, lo que deja un vasto mundo por explorar. Después de todo, los hongos pertenecen a un reino aparte, con características y capacidades singulares.
El futuro es fúngico: cómo los hongos se convierten en un actor clave para el desarrollo
26 de Septiembre de 2024
En el Co_Lab, el Laboratorio de Aceleración de PNUD Argentina, nos dedicamos a escanear señales tempranas de cambio e identificamos patrones y tendencias que podrían transformar nuestro futuro. Recientemente, hemos puesto el foco en las "señales fúngicas" y exploramos cómo los hongos podrían ser una herramienta crucial en la construcción de un futuro más sostenible y resiliente.
Los hongos no son plantas ni animales. Aunque pueda parecer extraño, están más emparentados con nosotros que con los organismos que hacen fotosíntesis. Al fin de cuentas, nos alimentamos de manera similar, a partir de la digestión de otros seres vivos y no de la utilización del sol para sintetizar azúcares. Sin embargo, los hongos tienen una estrategia única: en lugar de ingerir su comida como los animales, se sumergen en ella. Liberan enzimas fuera de su cuerpo para descomponer los nutrientes y luego absorberlos. Lo logran a través del micelio, una vasta red de filamentos llamada hifas que crece dentro del sustrato y forman el verdadero cuerpo del hongo. La seta, o cuerpo fructífero, es lo que solemos llamar "hongo", pero, en realidad, se trata únicamente de la estructura reproductiva, como las flores lo son para las plantas. Estas particularidades les dan a los hongos una variedad de propiedades únicas que podemos aprovechar.
La funga*: una fuente de alimento sostenible y nutritivo
En el Co_Lab, aprendimos que los hongos se usan en diversos campos: desde proveer nuevas fuentes de alimento nutritivo y fabricación sustentable, hasta actuar como agentes moleculares para la remediación de aguas y suelos contaminados. Además, se emplean como complementos para potenciar el sistema inmunológico e, incluso, se están realizando investigaciones prometedoras sobre el uso de sus sustancias psicoactivas para tratamientos contra la depresión y la ansiedad. Así, las señales fúngicas abarcan dimensiones tan disímiles como relevantes que van desde la alimentación, la micofabricación, la biorremediación y la salud mental.
Está claro que uno de los desafíos más importantes de la humanidad es alimentar al creciente número de personas que habitamos en el mundo de la manera más sustentable posible. En este campo, los hongos tienen mucho para aportar. Tanto por su valor nutricional como por la manera en que se cultivan: una producción con bajo impacto ambiental que puede hacerse en poco espacio a partir de desechos, como la cáscara de girasol. No solo se están produciendo más variedades de hongos y su consumo está en aumento, sino que también se están desarrollando alternativas a la proteína de la carne vacuna –cuya producción tiene un costo ambiental muy alto–, a partir de productos fermentados. Por ejemplo, el investigador argentino Francisco Kuhar, director científico de Innomy, además de hacer valiosos aportes a la investigación en biología evolutiva y otras áreas de la micología, está explorando cómo los hongos pueden servir como sustitutos de la carne al ofrecer opciones nutritivas y ecológicas que podrían transformar nuestras dietas.
Hongos: agentes de limpieza ambiental
Los hongos de la podredumbre blanca son capaces de degradar la madera como ningún otro organismo, gracias a enzimas que pueden romper los enlaces de la lignina, una de las sustancias más resistentes de la naturaleza. Aprovechando estas habilidades naturales, el micelio también está posicionándose como un material clave para la micorremediación, una técnica que utiliza hongos para descomponer contaminantes en suelos y aguas. Por ejemplo, el micólogo Leonardo Majul del Instituto de Micología y Botánica (Universidad de Buenos Aires [UBA] – Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas [CONICET]) ha investigado el uso del hongo Pycnoporus sanguineus y otras especies para degradar compuestos tóxicos.
La revolución de los materiales fúngicos
La micofabricación es otro campo emergente, con innovaciones como Radial, una empresa que fabrica biomateriales fúngicos a partir de residuos agrícolas gracias al apoyo de la aceleradora de empresas biotecnológicas GRIDX. Otro ejemplo es el de la diseñadora experimental Heidi Jalkh, que utiliza micelio para crear materiales sostenibles que pueden reemplazar al plástico y otros productos no biodegradables para lograr una economía circular. Con el potencial de reemplazar materiales contaminantes —como el Telgopor—, los hongos podrían ser la clave para una nueva era en la arquitectura ecológica. Sin embargo, los referentes de este movimiento fúngico insisten en que no es un mero reemplazo lo que se busca sino un cambio más radical en la lógica de producción de materiales y de relacionarnos con la naturaleza.
Hongos y salud: un vínculo sorprendente
Además, existen numerosas iniciativas de ciencia ciudadana lideradas por personas como Florencia Cesar Tomarello, quien cultiva hongos en su casa. Ella combina la pasión por la micología y el arte con un enfoque práctico para el cultivo de alimentos sostenibles y sustancias medicinales. Cada vez son más las personas que, por fuera del ámbito académico, se vuelven verdaderos expertos en micología y descubren, incluso, nuevas especies con propiedades novedosas. Los hongos también se usan como una herramienta de inserción en contextos sociales complejos, como, por ejemplo, las cárceles. El micólogo Ramiro Matute González del Laboratorio de Biotecnología de Hongos Comestibles y Medicinales ha desarrollado talleres de cultivo de hongos en el penal de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, Argentina. De este modo, los internos adquieren habilidades que incluyen el cultivo de hongos comestibles y también la gestión de microemprendimientos.
Finalmente, no podemos ignorar el potencial de los hongos en la salud mental. En nuestro país, Enzo Tagliazuchi, Director del Laboratorio de Conciencia, Cultura y Complejidad, lidera investigaciones sobre la psilocibina. Se trata de un compuesto encontrado en ciertos hongos, que podría servir como herramienta para entender las bases neuronales de la conciencia y también podría utilizarse en terapias de salud mental y ofrecer nuevas esperanzas para el tratamiento de condiciones como la depresión y la ansiedad.
El futuro del micelio
Estos son solo algunos ejemplos de los usos fúngicos y de su potencial. En la actualidad, en nuestro país y en el mundo, muchas personas investigan, tanto dentro como fuera de la academia, cómo los hongos pueden ayudar a construir un planeta más justo y equitativo. De manera transversal, también surge un fenómeno interesante: la funga se está convirtiendo no solo en un aglutinante ideal para crear materiales más sustentables, sino también en un cohesionador social. Hoy en día, las comunidades fúngicas organizan todo tipo de eventos, como ferias, exhibiciones y talleres de cultivo comunitarios, publican libros o webs donde el conocimiento es abierto y compartido, y arman cooperativas donde se produce de manera colaborativa y se intercambian los aprendizajes. De esta forma, el micelio también se torna una metáfora sobre los vínculos que unen a las personas en torno a un propósito común.
Si aprovechamos las diversas capacidades del reino fungi, podemos innovar en múltiples campos, desde la construcción y la remediación ambiental, hasta la alimentación y la salud mental. Los hongos, con su versatilidad, nos ofrecen herramientas para construir un futuro donde la sostenibilidad y la resiliencia sean protagonistas.
*El uso del término "funga" es reciente y ha emergido en el mundo científico y ambiental para describir las especies fúngicas de un tiempo o un lugar, como "flora" y "fauna” se utilizan para las plantas y los animales. Si bien los hongos han sido parte integral de los ecosistemas desde tiempos inmemoriales, su rol crucial se ha subestimado durante siglos. El reconocimiento de "funga" como un término independiente subraya la importancia de los hongos en la biodiversidad global y su influencia en la salud de los ecosistemas. Debemos este reconocimiento a un grupo de micólogos que lo acuñaron y lo impulsaron conscientes de que lo que no se nombra no existe.