El avance del coronavirus (COVID-19) ha arrojado luz sobre las carencias en los sistemas de salud a nivel mundial y sobre lo crucial que es tomar medidas rápidas para proteger a la población. Se ha hecho mucho énfasis en la prevención del virus, en las medidas sanitarias que cada uno puede y debe tomar para frenar el contagio. Una de estas es el frecuente lavado de manos.
Pero ¿cómo pueden hacerlo las más de 3 millones de personas en Perú que no tienen acceso al agua potable de manera directa? ¿Cómo pueden las 50 millones de personas en América Latina?
Lavarse las manos con agua y jabón varias veces al día es una de las principales estrategias para evitar el contagio, ya que los virus están envueltos en una capa lipídica que es destruida por el jabón, de la misma forma en la que el jabón quita la grasa de los platos sucios. El frecuente lavado de manos ha ayudado a frenar la expansión de muchos otros brotes epidémicos, como el cólera y el ébola.
En 1991, al inicio del brote del cólera en Perú que afectó a 322.562 personas y provocó 2.909 muertes, solo el 51% de los peruanos tenía acceso a agua potable y solo el 41% tenía saneamiento. Hacia el año 2000, una vez controlada esta epidemia, cerca de 70% de los peruanos tenía acceso a agua potable, un factor decisivo en frenar su expansión.
El agua es fundamental para la vida
El acceso continuo y seguro al agua potable es fundamental para la vida, para asegurar una adecuada higiene y frenar epidemias. Recientemente el Centro de Control de Enfermedades de la República Popular China, ha encontrado evidencia de transmisión oral-fecal del COVID-19. Esto realza la necesidad, no solo de un adecuado acceso al agua potable, sino también de un adecuado acceso al saneamiento para evitar la propagación de la enfermedad.
En la actualidad, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el 90,7% de la población urbana el Perú tiene acceso a agua por la red pública, ya sea a través de una red dentro del domicilio o un pilón (fuente de agua comunitaria). Sin considerar el pilón, este número se reduce al 85%. Y en zonas rurales, se reduce aún más, a un 74,4%, existiendo municipios con un acceso inferior al 50%. Esto significa 3 millones de peruanos sin acceso a agua potable.
El acceso continuo es vital
Tener acceso a la red de agua no necesariamente significa que esté disponible las 24 horas del día. Según un informe de 2018 de la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), de 16 ciudades evaluadas en Perú, solo un 19% tiene un abastecimiento promedio superior a 22 horas, y un 56% tiene uno de más de 12 horas. De acuerdo a un programa de monitoreo conjunto de UNICEF-OMS, el 82% de la población de Latinoamérica tiene acceso a agua potable segura, mientras que solo el 37% a un saneamiento seguro. Estos números ponen en perspectiva la vulnerabilidad de la región frente a transmisión no solo del COVID, sino también de enfermedades transmitidas por el agua.
Como vemos, si una persona que no tiene acceso a agua potable ya se encuentra en una condición de vulnerabilidad, esto se exacerba todavía más en el escenario de una pandemia. La falta de agua no solo limita sus posibilidades de desarrollarse plenamente y de acceder a servicios básicos, sino que la pone en mayor riesgo de contraer y transmitir el virus. Y esto no únicamente por no poder lavarse las manos, sino por tener que salir a buscar agua y enfermarse al tomar agua no potable.
Contener la propagación de la pandemia
El agua es fundamental para contener la propagación de esta pandemia. El acceso al agua potable nos permite lavarnos las manos frecuentemente, lavar la ropa y superficies donde el virus podría permanecer y, a su vez, permite a la población quedarse en casa sin exponerse al salir a buscarla. Reduce, también, el riesgo de contagio de otras enfermedades transmitidas por el agua, como el dengue, que podrían incrementar la vulnerabilidad de las personas frente a COVID-19. En el caso de contagio, el acceso continuo a agua potable de calidad permite el funcionamiento adecuado de los servicios de salud, ya sea en un hospital, una clínica o en cuarentena.
Para enfrentar el desafío que supone esta carencia de agua, desde el 19 de marzo el Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima (Sedapal) está entregando agua potable gratuitamente a quienes no tienen acceso en sus hogares. Desde el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo apoyaremos a Sedapal a través de la elaboración de mapas de densidad poblacional y sugerencia de rutas para optimizar la entrega del agua de los 52 puntos de carga de camiones en el distrito limeño de San Juan de Lurigancho, dónde habitan más de 1 millón de personas.
Reducir las brechas de agua
Esta medida debe replicarse en todo el país y América Latina, sobre todo en las zonas más desfavorecidas. Recomendamos a las Empresas Prestadoras de Servicio y municipios en toda la región replicar esta medida, sin mediar criterio alguno más que la falta de agua y buscar medios alternativos de hacer llegar agua a las comunidades más remotas, ya sea a través de entrega directa de agua o de kits de potabilización en emergencia. Sin agua potable ni saneamiento para todos, no podremos contener el avance del virus, ni asegurar la recuperación de los más vulnerables cuando la crisis haya pasado. Y cuando haya pasado, debemos trabajar en conjunto para reducir esta brecha y que nunca más nadie tenga que vivir sin agua potable segura.