Los precios de las materias primas están subiendo y, en función de la oferta y la demanda previstas, es probable que la tendencia continúe. Entre julio de 2020 y julio de 2021, los índices de precios de la energía, los metales básicos y las materias primas agrícolas aumentaron un 111 %, un 71 % y un 24 % respectivamente.
En un intento por recuperarse de las recesiones causadas por la COVID-19, los países dependerán de las exportaciones de minerales para generar ingresos fiscales y divisas. El crecimiento económico en África subsahariana se contrajo (en inglés) en un 1,9 % en 2020. El ingreso per cápita no volverá a su nivel anterior a la crisis hasta 2025. La recuperación, en gran medida, dependerá de las exportaciones de minerales. El gasto de los consumidores también impulsará la demanda a medida que más países aumenten la cobertura de vacunas y la vida vuelva a la normalidad.
Para cumplir con el Acuerdo de París, los países aumentarán la participación de fuentes renovables en su combinación energética. El reciente Sixth Assessment Report (en inglés) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) añadió la urgencia de cumplir con los compromisos de emisiones netas de carbono cero para mediados de siglo. La implicación es que se necesitan cantidades significativas de minerales para producir energía limpia. Toneladas de hormigón, acero, cobre y aluminio van a las turbinas eólicas. La tecnología solar está construida con silicio, aluminio, plata y estaño. Las baterías de vehículos eléctricos utilizan litio, cobalto y grafito.
Es probable que continúen las altas tasas de urbanización en los países en desarrollo: la población urbana de África y Asia está creciendo a una tasa del 4 % anual. El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 11 tiene como objetivo lograr viviendas seguras y asequibles, con más de mil millones de nuevas viviendas planificadas para 2025. Mayores inversiones en vivienda e infraestructura significan una mayor demanda de materiales de construcción, minerales industriales y piedras de grandes dimensiones.
El ODS 9 tiene como objetivo aumentar el valor agregado de la manufactura en el porcentaje del PIB; del 10 % al 15 %. El avance en el cumplimiento de esta meta se traduce en un mayor consumo de minerales que se destinan tanto a la construcción de las zonas industriales como a los materiales para los procesos de fabricación. Entre julio de 2020 y julio de 2021, los índices de precios del hierro y el estaño subieron un 98 % y un 95 %, respectivamente.
A medida que aumenta la frecuencia e intensidad de los desastres naturales, también aumentará la demanda de metales, áridos y agregados. Después del ciclón Winston en Fiji y el ciclón tropical Idai en Mozambique, se necesitaron grandes cantidades de arena, arcilla, agregados y piedra caliza para reconstruir las casas dañas, los puentes y las escuelas. El reciente terremoto en Haití muestra la cantidad de minerales que se necesitarán para el esfuerzo de reconstrucción.
En un reciente Informe de Políticas (en inglés), el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, nos recuerda que “la contribución real de las industrias extractivas al desarrollo sostenible en países ricos en materias primas, a menudo se ha visto empantanada por preocupaciones financieras, económicas, de gobernanza, sociales y ambientales”.
Las economías mineras del África subsahariana continúan bloqueadas por una diversificación limitada y una capacidad limitada de añadir valor nacional. En la región, los países ricos en recursos aún generan más de un tercio de sus ingresos fiscales y divisas a partir de hidrocarburos y minerales. Como porcentaje del PIB, su sector manufacturero ronda el 5 % en comparación con el 15 % en las economías que dependen de los productos básicos de América Latina y Asia.
El Informe del Secretario General también menciona que "muchos países que enfrentan graves déficits fiscales debido a la COVID-19 han revertido los recursos sociales y ambientales para atraer inversiones e impulsar sus economías en el corto plazo".
Los problemas económicos, sociales y ambientales relacionados con la minería podrían ser potencialmente graves, más aún porque los 81 países clasificados como dependientes de recursos constituyen la mitad de la población mundial y también albergan al 70 % de las personas que viven en la pobreza extrema. Sin embargo, varias políticas probadas ayudarán a reducir los riesgos asociados con el crecimiento impulsado por las materias primas y optimizarán sus beneficios.
Los países deben fortalecer su capacidad de negociación de contratos para obtener la mayor cantidad de renta posible de sus recursos. Deben conocer la riqueza de sus recursos para negociar como iguales. Para ello, deben tener la capacidad de realizar mapeos y estudios geológicos completos.
Las autoridades deberían poder abordar la evasión fiscal y la ocultación de beneficios. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD por sus siglas en inglés) estima que 87.000 millones de US$ (en inglés) salen de África en forma de flujos financieros ilícitos. La movilización e inversión de los ingresos provenientes de los recursos para generar capital humano y verde en cosas como la infraestructura neutra en carbono, contribuye en gran medida a compensar la pérdida de capital natural.
Los formuladores de políticas deben ofrecer incentivos a quienes puedan agregar valor a los minerales a nivel local o regional en el marco del Área de Libre Comercio Continental Africana. Botswana es un excelente ejemplo de cómo establecer la capital, Gaborone, entre una de las ciudades donde se produce el beneficio de los diamantes.
Los ingresos provenientes de las materias primas también se pueden utilizar para financiar la diversificación hacia la fabricación y los servicios que crearán puestos de trabajo locales y generarán ingresos. El sector vitivinícola y pesquero de Chile no hubieran sido posibles sin el capital inyectado por el cobre. Asimismo, el sector manufacturero de Indonesia se benefició del capital movilizado por la venta de minerales e hidrocarburos.
La protección del medio ambiente debe prevenir una mayor deforestación, degradación de la tierra, pérdida de biodiversidad, contaminación del aire, del suelo y del agua. Asegurar la participación de las comunidades, las organizaciones de mujeres y los pueblos indígenas en el diseño y seguimiento de las actividades extractivas es clave para proteger el medio ambiente y los lugares de importancia cultural y social. Una vez que se toma la decisión de minar, los legisladores deben asegurarse de que la industria adopte métodos de producción sostenibles y prácticas comerciales circulares.
Los impactos sociales merecen una mayor atención y seguimiento. El trabajo infantil es común en la minería a pequeña escala, con un millón de personas que trabajan en condiciones peligrosas. El uso de sustancias peligrosas como el mercurio todavía causa enfermedades crónicas. La migración de nuevos mineros a un área aumenta el riesgo de pugna debido al conflicto por el agua y la tierra.
Nos encontramos en una situación extrema en lo que respecta al sector minero. Por un lado, la demanda de estas materias primas seguirá creciendo, lo que nos brindará la oportunidad de recuperarnos de la desaceleración económica mundial. Por otro lado, su extracción conlleva costos que dificultan el logro de los ODS y exigen un replanteamiento de nuestros patrones de consumo.
Los programas del PNUD, como el Programa de Minerales de Desarrollo ACP-UE (en inglés), el Programa de Gobernanza Ambiental, Planet GOLD y el Proyecto de Gobernanza Minera de África, implementados en asociación con la Unión Europea, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF por sus siglas en inglés) y la Cooperación Internacional para el Desarrollo de Suecia (SIDA por sus siglas en inglés), tienen importantes posibilidades de resolver la contradicción se desarrolla arriba y contribuir a la construcción de un futuro sostenible.