Actualmente, estamos produciendo cuatro veces más prendas de vestir que hace dos decenios a un ritmo que antes de la COVID-19 se estimaba en 100.000 millones de piezas por año ¿Qué efectos tiene sobre la identidad y el patrimonio cultural una producción a esa escala? Con ocasión del Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, analizamos las repercusiones que la producción masiva tiene sobre el patrimonio y las artesanías tradicionales, particularmente en el sector textil.
Se ha dicho que la industrialización mundial y la competencia en materia de precios en los mercados locales son desafíos a la preservación de las tradiciones textiles y, lo que es más importante, de los medios de vida. La abundancia de materiales y ropas importados deja poco espacio para los diseñadores locales en los mercados. Esto es lo que sucede en Timor-Leste, donde la facilidad de acceder a telas importadas a precios más bajos ha planteado dificultades en la producción local de tais tejidos a mano.
Timor-Leste es uno de los países más jóvenes del mundo. Tras años de guerra, el país recobró su independencia en 1999, con el desafío de revitalizar su economía y su identidad cultural. Por siglos, los tais se han usado como adorno, decoración y vestimenta en las ocasiones ceremoniales. A través de sus diseños, que varían según la región gracias al uso de patrones tradicionales que se van transmitiendo de generación en generación y de tinturas naturales disponibles en la zona, los tais cuentan y reflejan su historia.
Sin embargo, dado lo limitado del mercado, las oportunidades de negocio son inciertas. Y, como cada vez menos personas se dedican a esta actividad, una parte importante del patrimonio de la nación ha comenzado a perderse. En 2020, el Gobierno de Timor-Leste presentó una propuesta para incluir a los tais en la Lista de la UNESCO del Patrimonio Inmaterial que precisa Medidas Urgentes de Salvaguardia y algunos programas gubernamentales recientes han comenzado a revitalizar las actividades tradicionales de tejido.
La posibilidad de que en el futuro la moda se transforme en una actividad insulsa, donde todos nos vistamos igual y hayamos perdido nuestra expresión cultural, comienza a ser cada vez más real. Lo más grave es que esta homogeneidad podría generalizarse a expensas del patrimonio cultural y del desarrollo de las economías locales. No obstante, existe potencial de mercado para las piezas inspiradas en la cultura. Como señaló Simone Cipriani, de la Iniciativa de Moda Ética, “la producción masiva siempre implica el riesgo de la pérdida de identidad. Sin embargo, sigo estando convencida de que las producciones que incluyen componentes de identidad cultural y que se materializan en los lugares donde estas identidades se desarrollan, benefician a las sociedades locales y generan empleo e ingresos”.
Para lograrlo, será necesario reinventar el concepto de los tais, manteniendo su origen cultural pero dotándolos de nuevos usos, por ejemplo, como productos de atracción para el creciente sector turístico de Timor-Leste, a fin de transformarlos en una herramienta que promueva el desarrollo sostenible a nivel local.
Algunas empresas ya han logrado establecer vínculos entre el potencial económico y la promoción innovadora del patrimonio cultural. Things and Stories exhibe y comercializa mediante marcas más de 400 productos seleccionados, lo que ha permitido establecer un vínculo entre los productores de artesanías de Timor-Leste y mercados especializados de todo el mundo. Su colección incluye los tais tradicionales, así como artículos que los incorporan, como carteras y accesorios, elementos de decoración para el hogar y otros artículos de uso diario como cuadernos, obsequios y souvenirs. Aunque con su trabajo han beneficiado a 56 grupos de productores que representan a más de 700 artesanos, João Ferro, el dueño del emprendimiento, señala: “Things and Stories no tiene solo el objetivo de aliviar la pobreza. Queremos hacer mucho más que eso, como empoderar a las mujeres y celebrar nuestro patrimonio cultural. Nuestra estrategia se centra en colaborar con nuestros artesanos a fin de crear productos de alta calidad y valor agregado, todos fabricados a mano, respaldados por la sólida visión de crear un sector innovador y vibrante para las artesanías en Timor-Leste”.
Se necesita más apoyo para ampliar estas oportunidades. Como dice Juliana Tebi, del grupo de tejedores Feto Fitun Fronteira, “nuestro principal desafío es la comercialización. Hay cada vez más competidores en el mercado, y necesitamos capacitación para ser más innovadores, lugares donde conseguir nuestra materia prima y orientación para usar una cuenta bancaria”.
Mediante la Región Administrativa Especial y las Zonas Especiales para la Economía Social de Mercado (RAEOA-ZEESM TL), el PNUD está trabajando con los grupos de tejedores de tais a fin de fortalecer sus emprendimientos, promover prácticas inclusivas que beneficien a las mujeres y las niñas y crear conciencia cultural para atraer al turismo. Esto incluye la provisión de capacitación en materia de tejido para aumentar la calidad de sus productos, a fin de preservar los patrones tradicionales y crear nuevos modelos que les permitan integrar a los tais a las líneas modernas de ropa y accesorios.
Durante los últimos 15 años, la industria de la moda ha duplicado su producción, en tanto que el tiempo de uso de la ropa ha disminuido alrededor de un 40 %. A menudo, las donaciones son una de las soluciones a la sobreproducción. Y el mercado de ropa de segunda mano es realmente importante. Pero la enorme escala de producción de indumentaria y el hecho de que usamos nuestra ropa por menos tiempo han producido una inundación de ropa de segunda mano en los países en desarrollo, lo que perjudica los diseños nacionales y las industrias locales.
La Comunidad de África Oriental, integrada por Burundi, Kenya, Rwanda, Tanzania y Uganda, ha propuesto prohibir las importaciones de ropa y calzado usados. Y en las Filipinas se ha intentado “mantener la dignidad de la nación” prohibiendo la importación comercial de “ropa usada y harapos”.
En última instancia, es posible que la innovación y el ingenio comercial determinen cuánto éxito tendremos en preservar el patrimonio cultural en un mercado de moda saturado. Pero lo que quizás sea más preocupante es que ese esfuerzo se necesita para proteger cosas importantes. Los consumidores pueden apoyar a las industrias locales con sus elecciones. Desde la perspectiva de la industria, Cipriani opina que “necesitamos hacer un esfuerzo colectivo para estar mejor informados y promover el surgimiento de una generación nueva de consumidores, que estén más conscientes de sus conductas de compra. Necesitamos orientar a esta industria para que sea más justa y medir su huella social y ambiental de manera cuantitativa y transparente”.