Mujeres rurales, historias por la igualdad es una miniserie que revela historias de vida de mujeres rurales cubanas.
Contadas en primera persona, las mujeres hablan sobre las alegrías, los sueños y los desafíos que enfrentan en un contexto tradicionalmente masculinizado.
Las mujeres de estas historias han participado del trabajo a favor de la igualdad de género de los proyectos ALASS y Agrofrutales, desarrollados en alianza entre el Ministerio de la Agricultura y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, con el apoyo de la Unión Europea y el Gobierno de Canadá, respectivamente. Es parte de las acciones por los 10 años del Sello de Oro al trabajo por la igualdad de género del PNUD en Cuba.
La serie es un reconocimiento a las mujeres que, con su ejemplo de perseverancia, resiliencia, sororidad y superación personal, demuestran el impacto y el potencial que tienen en sus familias, sus comunidades y la sociedad en general, un homenaje a las mujeres del campo.
A Delkis los frutos no le cayeron del cielo, le tocó escalar el árbol con sus propias fuerzas.
Es directora de la UEB “24 de febrero” del municipio de Caimito, en la provincia de Artemisa, una empresa que produce mango, guayaba y otros frutales. Para ocupar ese cargo, estudió agronomía y no ha parado de superarse profesionalmente.
Ella cuenta que sus padres eran productores y que de ahí proviene su vocación por trabajar en el campo.
Delkis se reúne todos los días con su equipo de trabajo, visitan las fincas de los productores y muchas veces participa de las cosechas, incentivando su aprovechamiento y prácticas agroecológicas. Cuando llegó a la empresa la convocatoria para participar en el proyecto Agrofrutales, Delkis encontró resistencia entre los antiguos directivos: no creyeron que fuera capaz de obtener buenos resultados. Con esfuerzo propio y el apoyo de sus compañeros, logró participar y demostrar la factibilidad de esta iniciativa para la empresa.
Para Delkis, todos los obstáculos que ha vivido han significado un paso de avance en el desarrollo de su vida personal. Hoy se siente una mujer empoderada y fuerte en las tareas que realiza.
Caridad Ansedes tiene un sueño en sus manos. Aprendió de su madre a hacer quesos artesanales y quiere que otras personas prueben sus creaciones.
Con su familia trabaja en la finca “Las Margaritas”, un centro de multiplicación genético ubicado en Taguayabón en la provincia de Villa Clara. Reproducen y comercializan cabras de raza saanen con un alto potencial lechero. La leche excedente es aprovechada por Caridad para la producción de quesos, que fabrica de manera artesanal junto a sus hijas.
A través del proyecto ALASS, Caridad tuvo la oportunidad de recibir capacitación de maestros queseros internacionales que la ayudaron a perfeccionar sus técnicas, y se ha adquirido una pequeña minindustria para incrementar las producciones de queso.
Ella es una mujer rural y una emprendedora con varios premios y reconocimientos. Se ha propuesto elevar la calidad y la cantidad de sus producciones para comercializar el queso de cabra en el sector turístico. Ha tenido la oportunidad de compartir su experiencia con otras mujeres que, como ella, pueden hacer realidad sus metas.
Ella se llama Delfina, pero en el pueblo le dicen Bellita.
Toda su vida ha transcurrido en una comunidad llamada Remate de Ariosa, en la provincia de Villa Clara. Desde el año 2001 recorre el pueblo todos los días.
En su andar, visita la escuela, la farmacia, el parque y a los vecinos. Escucha una preocupación aquí, conecta gente allá, encuentra una posible solución acullá.
Fue obrera agrícola y luego enfermera. Hace 23 años fue elegida presidenta del Consejo Popular.
Bellita coordina también un colectivo que se llama “Mujeres con alas”, un grupo de mujeres rurales que trabaja en tareas de producción agrícola.
Antes de que llegara el proyecto ALASS a la comunidad, las mujeres del colectivo trabajaban junto a sus esposos y eran dependientes económicamente de ellos. Hoy, tienen tecnologías y conocimientos que les han permitido empoderarse y salir adelante con sus familias. El proyecto ha apoyado esa experiencia con formación en temas de género e insumos que emplean en la cría de ganado menor.
“Mi mejor ropa es la confianza”, le dice a sus compañeras.
Cuando Leydi y su esposo obtuvieron la finca, todo el terreno estaba cubierto de marabú. No tenían animales, ni abastecimiento de agua. Poco a poco, dice, “con el amor que nosotros le pusimos, fue que logramos levantar esto que ven aquí”.
La finca se encuentra en el municipio Placetas de la provincia de Villa Clara y es uno de los espacios donde actúa el proyecto ALASS para potenciar la cadena de ganado menor con destino al autoabastecimiento alimentario del territorio.
Mientras alimenta los conejos, comenta que todas las personas que trabajan en la finca son de la familia y que allí realizan cualquier tarea sin distinciones de género.
Tanto en las ocupaciones de la casa como en las del campo, participan su esposo, sus hijas, sus suegros y otros allegados. Además, ella misma ha tenido que aprender a hacer de todo.
“Soy una mujer atrevida”, dice y sonríe.
Leydi dice que sí se puede y, aunque reconoce que la vida del campo es dura, ella se considera una mujer feliz.
El reparto Moro de Santa Clara es una comunidad que se anima con los pregones de Marlene y sus compañeras.
Ellas salen a vender en su carretilla las hortalizas y vegetales que cultivan en el organopónico Che Guevara, un espacio de agricultura suburbana que Marlene logró reavivar con ayuda del proyecto ALASS.
Marlene cuenta que varias de las mujeres que allí trabajan fueron parte, a finales del siglo pasado, de brigadas de productoras llamadas “Las Celias” y “Las Marianas”. Juntas, salían por la ciudad a vender los productos frescos y de primera mano. Esta tradición es importante para la comunidad que así dispone de alimentos cultivados en la localidad.
Con las producciones del organopónico, Marlene y sus colegas abastecen de alimentos a círculos infantiles, centros hospitalarios y personas en situaciones de vulnerabilidad.
Marlene afirma que, aunque no ha sido fácil, cuenta con su optimismo y resiliencia. Sueña con mejorar la vida de otras mujeres y se ha propuesto dar empleo en el organopónico a madres solteras y mujeres en edad de jubilación.
Por esta razón, su iniciativa lleva por nombre “Mujeres hortaliceras al servicio de la comunidad”.
Le llaman “la reina de la piña” pero su nombre es Diosmara.
La cantidad y la calidad de la producción que ha logrado de este cultivo le han ganado ese reconocimiento.
Su secreto, comenta, es saber aprovechar las condiciones de sus tierras al máximo. En su finca también pueden verse producciones de viandas, granos, hortalizas y ganadería.
Diosmara sabe de todo más que un poco; es economista e ingeniera agrónoma y colabora con investigaciones de la Facultad de Ciencias Agrícolas en su finca.
El proyecto ALASS la apoya a ampliar sus producciones de ganado menor.
Su finca es un aula abierta a los jóvenes de la localidad de Banao en el municipio de Sancti Spíritus.
Ella es una gran maestra para todo el que la visita. Práctica y amor se combinan para que cada plática sea una clase magistral.
“Si tuviera la oportunidad de empezar otra vida, volvería a estudiar lo mismo”, dice.
Entre los pueblos de Yaguajay y Mayajigua, cuatro mujeres se han propuesto desafiar los lugares comunes.
“Para nosotras, la casa no es una opción”, comenta Leticia Caridad a nombre de sus compañeras.
En la UBPC Caguanes, en Sancti Spíritus, ellas limpian las áreas, realizan el pastoreo, ordeñan e inseminan.
La finca es parte de las acciones del proyecto ALASS para incentivar el autoabastecimiento local de la cadena agroalimentaria de ganado caprino.
Leticia explica que, para trabajar, las personas de la comunidad deben trasladarse hasta los poblados más cercanos, y que las dificultades del transporte limitan el acceso al trabajo entre las mujeres pobladoras. Por esto se sienten afortunadas en la finca.
A la par de estas tareas, Leticia y sus compañeras hacen yogurt artesanal con la leche de las chivas. Su producto ha tenido mucha aceptación en las ventas del pueblo.
Una de las metas del grupo de amigas es aumentar la producción y desarrollar una mini industria de yogurt, que permitirá una opción de trabajo cercano al hogar para las mujeres de Caguanes.
“Las Fruticultoras” son un colectivo de trabajo integrado por mujeres en el municipio de Caimito. Belkis es la jefa técnica en la UBPC 14 de noviembre y lidera la minindustria donde ellas laboran.
Varias de estas mujeres provienen de otras provincias y cuentan que además de empleo, la cooperativa les ha facilitado espacios de vivienda en la localidad.
Ellas cosechan las frutas y aprovechan aquellas que no resultan óptimas para la comercialización en fresco, transformándolas en pulpas. Belkis cuenta que la pérdida de frutas era una problemática de la cooperativa que ellas decidieron resolver con el procesamiento artesanal. las tecnologías y el conocimiento facilitado por el proyecto Agrofrutales les ha permitido incrementar la cantidad y calidad de sus producciones.
Las pulpas de frutas que elaboran se comercializan con mucho éxito, comenta Belkis.
Con mucha emoción, Belkis reconoce que Agrofrutales ha significado para ella un enorme crecimiento profesional. No pensamos tener tanto éxito y vimos el futuro, dice en nombre de sus compañeras.