Paisajes para conectar la vida en la montaña
31 de Enero de 2023
Desde la colina que domina su pequeña finca, Eloísa Betancourt mide los puntos donde se pone el sol en cada estación. Aprender a vivir con la naturaleza le ha resultado una fuente de fortuna inesperada:
“No tengo mucho, pero tengo esos privilegios. Ayer escuché a un ruiseñor bajar de la montaña. Solo los había escuchado en los mogotes. Las aves se sienten libres de pasar por aquí”.
Con más de 260 especies de árboles y plantas sembradas en las montañas de Soroa, la finca de Eloísa, “La Caléndula”, es uno de los 90 entornos que el proyecto Conectando Paisajes apoyó durante ocho años con el fin de transformarlas en espacios autosustentables de protección de la biodiversidad en 4 macizos montañosos cubanos (Guaniguanico, Guamuhaya, Bamburanao y Nipe-Sagua- Baracoa).
La diversificación de sus prácticas agroecológicas y su actividad económica, posibilitó que estas fincas constituyan una conexion de biodiversidad para las especies hacia las zonas protegidas cercanas, así como barreras ante las afectaciones generadas por los seres humanos.
Con estas y otras acciones, el proyecto logró crear cuatro corredores biológicos en los macizos montañosos donde trabajó. Estos son un recurso natural ante amenazas actuales y futuras que atentan contra la biodiversidad en diversas regiones; como son el cambio climático, la fragmentación y la pérdida de hábitats, el desarrollo agrícola, la introducción de especies exóticas y la sobreexplotación de los suelos.
Con el apoyo financiero del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, la labor de implementación del Instituto de Ecología y Sistemática y la Agencia de Medio Ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, y el acompañamiento del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo en Cuba; se contruyó una alianza que permitió alcanzar dichos resultados durante ocho años de trabajo..
Eloísa Betancourt hace de su finca un espacio abierto a niñas, niños de la comunidad y visitantes.
Pero el ejercicio de cuidar la vida empieza por quienes cuidan.
“La vida de las mujeres en estas zonas no es sencilla. Muchas son mantenidas por los hombres y están a su merced. Yo no tengo que ser mantenida por nadie. Pasé mucho trabajo para tener este pedacito de tierra y decidí cultivarlo cuando nació mi hija que necesitaba cuidados especiales, y mi primer hijo se hizo mayor de edad. Tenía que darles una oportunidad a ellos”, cuenta Eloísa.
En la cima de la colina, en dos pequeñas estructuras de madera con techo de hojas secas de palma cana, viven Eloísa y sus hijos desde que tuvo que abandonar el confort de la casa de cemento y placa donde residía con su esposo. Este decidió no acompañarla en la oportunidad de tener un medio de vida desde la tierra cercana a la casa. Eloísa, por su parte, decidió no esperar.
Hoy, la finca La Caléndula desarrolla productos agroecológicos que vende a los hoteles cercanos a la comunidad. Con vistas al futuro, tiene en perspectiva comenzar a producir jabones artesanales usando las plantas medicinales del entorno.
Además, Eloísa recibe a visitantes que llegan como parte de los circuitos turísticos de la zona de Soroa, distinguida como un entorno natural privilegiado de la provincia Artemisa. Para ella, sin embargo, el privilegio está en lo que ha ha podido concocer y comapartir:
“He aprendido a darle valor a lo que tengo. En la comunidad de fincas del proyecto nos reunimos también y se dan talleres sobre cómo sembrar, cómo utilizar la materia orgánica, cómo usar las barreras, cómo conservar la semilla, cuáles son las aves migratorias que tenemos, en qué temporada migran, el cuidado necesario. Ahora estoy en un curso de Prácticas agroecológicas en la Universidad de Artemisa. Eso dura tanto como las herramientas y medios de siembra que nos donaron para comenzar”.
“Yo ahora sé qué plantas medicinales cultivar y cómo tenerlas si necesito algo o lo necesita alguien cercano. En mi finca puedo sembrar una naranja y café, hacer un precio justo por ellos. Así puedo pagar al albañil para la casa que construyo o a alguien que me ayude en la finca”.
Maestra durante muchos años, en la pequeña terraza custodiada con decenas de plantas y flores; Eloísa tiene un librero repleto de libros coloridos y una mesa donde comparte con 9 niños de la comunidad sus aprendizajes sobre protección de la biodiversidad. Su terraza es una pequeña aula, parte del movimiento de fincas escuelas con enfoque de paisaje, promovido por el proyecto como espacio demostrativo de buenas prácticas para toda la comunidad.
“Hay que aprender a devolver lo que uno tiene, y así viviremos un poquito mejor, ¿no?”, dice.
En Cuba, se estima que más de la mitad de los reptiles está amenazada por las transformaciones humanas y climáticas del entorno. Por otro lado, más de un cuarto de las especies de plantas está sometida a algún tipo de peligro .
La condición insular del país añade un riesgo agregado a los efectos del cambio climático y a los procesos de deforestación, de los que Cuba no ha estado exenta. En la región, otros factores como la no extensión de una conciencia ambientalista, recursos financieros y personal capacitado limitado, así como retos de coordinación; afectan la capacidad de respuesta de las sociedades ante esos fenómenos.
Estas premisas impulsaron al equipo ejecutor del proyecto Conectando Paisajes a generar un paquete de soluciones que permitiera avances a largo plazo en la preservación de los paisajes montañosos. Un primer resultado estuvo asociado con la organización del marco institucional, legal y ejecutivo para la gestión con enfoque de paisaje; como parte del ordenamiento ambiental que permite a las instancias gubernamentales actuar para la protección de la biodiversidad.
El énfasis en el paisaje implica “la aceptación intrínseca del ser humano y su sistema socioeconómico como componentes del paisaje”. De este modo, “se busca integrar los intereses económicos con los conservacionistas, de manera armónica y compatible, para mitigar las pérdidas de la biodiversidad y aumentar la capacidad de los ecosistemas de generar bienes y servicios ambientales para mejorar el bienestar social, la calidad de vida y elevar la capacidad de adaptación al cambio climático ”.
El enfoque de paisaje es “el modo de manejar los hábitats de manera práctica e integral, a nivel de paisajes completos, agrupando los ecosistemas que se relacionan entre sí, ya sean naturales o intervenidos por el ser humanos”.
Especies amenzadas o vulnerables que viven en los corredores biológicos implementados.
Para Lázara Sotolongo, coordinadora del Proyecto, el ordenamiento ambiental dentro de este enfoque permite identificar en cada uno de estos sitios, cuál es el uso adecuado que deben tener los recursos y áreas y a qué grado de afectación pueden estar sometidas
“Es una herramienta para que los gobiernos locales tomen decisiones a la hora de planificar el desarrollo y el uso de los recursos medioambientales. Este contexto quedó reflejado en la Ley del Sistema de Recursos Naturales y Medio Ambiente, aprobada por el país”.
“Antes, las áreas protegidas dependían de que los investigadores y especialistas fueran a ellas para monitorear y proyectar soluciones a situaciones inmediatas. Hoy cada área cuenta con un plan de manejo y guías de monitoreo con enfoque de paisaje, que pueden aplicar los propios guardaparques; lo cual permite aprovechar la investigación en acciones más abarcadoras”.
Muy lejos de las montañas de Soroa, en el municipio Segundo Frente en la Sierra Maestra; el especialista en Desarrollo territorial Lexer Mojena Ramírez explica que a partir del proyecto se han engranado varios procesos de planificación:
“Ahora estamos revisando la estrategia de desarrollo municipal del territorito para incluirle los productos que hemos ido aprendiendo. La primera acción que se llevó a cabo es que ganamos en impulsar la adopción de partidas del presupuesto en localidades que tributan a la constitución futura de un corredor biológico”.
Especies como los tomeguines y el lagarto cenizo hacen un viaje entre los espacios boscosos reforestados y fincas con enfoque de agricultura sostenible como la de Eloísa.
En sus ocho años de trabajo, Conectando Paisajes ayudó a crear 9 áreas protegidas en el país y a expandir las dimensiones de estas en unas 24 871 hectáreas.
Para ello, se aplicaron un conjunto de metodologías certificadas globalmente, como las que miden la efectividad del manejo de las áreas protegidas y el Índice de integridad ecológica. También, se entregaron equipos y recursos materiales de trabajo a 28 áreas protegidas y fueron creados 11 centros de formación de capacidades. Se logró, además, un mapeo de la distribución espacial de 1237 especies, seleccionadas por su vulnerabilidad. Gracias a la conexión lograda, se implementaron 4 corredores biológicos en todo el país.
Corredor biológico: Zona de conectividad entre dos áreas de conservación, que relaciona la naturaleza, el sector productivo y los asentamientos humanos. Funciona como un modelo de conservación y desarrollo sostenible.
“El corredor Sierra del Rosario -Mil Cumbres está diseñado para que algunas especies que están en peligro de extinción puedan trasladarse o moverse de un lado a otro de forma segura”, explica Lelieth Feyobe, coordinadora del proyecto en la provincia Artemisa.
“Hemos venido monitoreando las especies. Por ejemplo, hay orquídeas que antes solamente las encontrabas en Mil Cumbres y ya están hoy en la zona de Las Terrazas. Están ahí porque los pájaros se sienten seguros al trasladarse; se comen la semillita y la transportan. Ese es el sentido de que hoy exista ese corredor biológico; sobre todo para mejorar la calidad de la vida humana de las comunidades, que cuidan la biodversidad y además se valen por sí mismas para sustentarse aprovechand los recursos naturales".
Estas actividades fueron acompañadas con procesos de sensibilización, mediante capacitaciones y actividades artísticas de teatro y música, sobre las prácticas contaminantes del entorno. Con estos propósitos, se desarrolló en alianza con el Ministerio de Educación de Cuba, un documento de referencia para que las escuelas de las zonas montañosas cubanas puedan aportar a sus estudiantes una formación que incluya la preservación dela biodiversidad con enfoque de paisaje. También, el proyecto desarrolló otro documento que permite legar métodos de educación ambiental a través del trabajo con el teatro en las comunidades.
Los esfuerzos de reforestación para romper la discontinuidad de las zonas arboladas son acompañados con el trabajo en las fincas integrales forestales.
En los últimos años, las zonas montañosas de Cuba han sufrido un proceso de migración de sus habitantes hacia zonas urbanas. Por eso, es cada vez más necesaria la creación de iniciativas que permitan la auto sostenibilidad de las comunidades y la convivencia amigable con el entorno.
“La mayoría de las fincas con las que trabajamos estaban con una sola actividad de conservación o producción”, precisa la coordinadora del proyecto, Lázara Sotolongo. “Se logró diversificar las acciones en esas fincas; y así se fomentaron también los encadenamientos productivos con otros actores económicos locales, como el turismo. También se ofrecieron formaciones sobre cómo producir y conservar semillas”.
Métodos como la diversificación de cultivo, el intercalamiento, la aplicación de materia orgánica, el desarrollo de zanjas de evacuación que eviten el deterioro de los suelos y otros; son algunas de las prácticas compartidas con quienes producen. En comunidades como Los Hondones, en Chambas, se ha incrementado la capacidad de producir alimentos para el autoabastecimiento local .
Los saberes compartidos en el proyecto permiten fomentar la creación de nuevas iniciativas en el futuro, integradas a los mecanismos de desarrollo local existentes en el país.
En la zona de Yaguajay, se crearon en el marco del proyecto dos redes de biogás, con la puesta en marcha de biodigestores en dos fincas porcinas que permiten beneficiar a más de 700 personas y reutilizar los desechos de la producción porcina, así como generar energía sostenible para la escuela local. En la zona Cuatro Vientos, en el Escambray en Cienfuegos, se instaló una despulpadora que contribuye a ahorrar energía y agua en el proceso de producción del café.
En Manicaragua, Villa Clara, como parte de las acciones de continuidad, se desarrolló un polígono de agua que permite cultivar en tierra de montaña más seca. En este espacio experimental, se aplican más de 15 tecnologías y se forma al estudiantado de la educación técnica agrícola local, experiencia que se ha reproducido en otros escenarios de trabajo del proyecto. Además, fue posible implementar una casita infantil que cuida a niñas y niños para que las mujeres puedan incorporarse al empleo.
Para Lelieth Feyobe, coordinadora del proyecto en Artemisa: “las labores que realizamos no consisten solamente en cederle instrumentos a las personas, sino en enfatizar mucho en la capacidad de las personas de hacer algo a partir de eso; de valerse por sí mismas apelando a mecanismos o saberes; por ejemplo, en el acceso a fondos locales de desarrollo, la diversificación de producciones o las prácticas agroecológicas”.
“Los productores y las productoras comenzaron a ver la necesidad de ir a los encuentros, de participar en los foros. ¿Por qué? Porque vieron los resultados de personas como Eloísa, que con muchísimos retos ha podido avanzar”.
Los tragos del hotel Soroa, destino turístico local, se hacen hoy con caña santa, ciruela y carambola; cultivadas con las manos de Eloísa en su finca La Caléndula. Otras 689 mujeres de cuatro macizos montañosos cubanos han formado parte de las acciones de capacitación del proyecto Conectando paisajes.
Eloísa regala orquídeas a los visitantes. Sabe que todo se devuelve, como las semillas de calabaza que recogió en el camino y que cultiva para su propia alimentación.
“Nosotros no podemos sembrar para ir gastando, sino para nuestros hijos. Los primeros habitantes de esta zona fueron esclavos, estaban aquí contra su voluntad ¿Qué te dice eso sobre el futuro?”
Al mediodía, su hija menor sube la colina de regreso desde la escuela. Pasa al lado de la estructura de la casa de cemento y techo de placas para ella y su mamá que se construye con la colaboración voluntaria de las y los integrantes del proyecto, así como con los ingresos que ha ido logrando Eloísa con su producción. Allí planean celebrar los 15 años del nacimiento de la joven y de la vida en la finca, entre los árboles y bajo las montañas donde creció.
Los siguientes textos, desarrollados en el marco de trabajo del proyecto o a partir de él, permiten ampliar la información de este artículo y les sirven de referencia.