El viernes 1 de marzo concluye mi misión como representante adjunta en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en República Dominicana, luego de exactamente cuatro años y seis meses. Mirando hacia atrás, son muchas las amistades, alianzas y logros que nacieron y perdurarán en el tiempo.
Tuve el privilegio en estos años de ser testigo de la transición entre la agenda de desarrollo del milenio hacia la agenda de desarrollo sostenible en el país, marcada por el hito de la adopción de la Agenda 2030 en septiembre de 2015, y la conformación de la Comisión Inter-Institucional de Alto Nivel para el Desarrollo Sostenible en el país, que desde febrero de 2016 se convirtió en el mecanismo de coordinación nacional y sectorial para empujar precisamente las transformaciones requeridas para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Hice un hábito en mis presentaciones, sobre los desafíos de desarrollo en el país, el comentar la relación entre el Índice de Desarrollo Humano (IDH) –una medida resumen de ingreso, alcance educativo y expectativa de vida— y la huella ecológica per cápita. En la relación entre ambas medidas se ubica el desafío mayúsculo de los tiempos que corren: lograr modelos de desarrollo centrados en el desarrollo humano, pero ambiental y económicamente sostenibles. En la gráfica debajo observamos la huella ecológica del consumo de 151 países en relación con su IDH (2013). Es decir, la relación entre la capacidad que tienen los países de generar bienestar humano versus la demanda de recursos naturales para lograrlo. Muy pocos países tienen tanto un valor del IDH alto (ubicados hacia la derecha del gráfico) como una huella ecológica por debajo de la biocapacidad promedio mundial de 2012. (ubicados hacia el inferior del gráfico). Por el contrario, la mayoría de los países no alcanzan alto desarrollo o lo hace consumiendo más recursos de lo que el ambiente puede sostener.
Las perspectivas para el mundo son preocupantes si no tomamos acciones urgentes. Eso significará implementar las políticas que nos llevan al cuadrante inferior derecho de esta gráfica.
En República Dominicana ya existe un camino trazado para avanzar hacia esquemas de sostenibilidad, con una agenda desarrollada por la Secretaría Técnica de la Comisión, liderada por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, el equipo técnico del Gabinete de Coordinación de Políticas Sociales, Ministerio de Industria, Comercio y MIPyMES, Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Ministerio de la Presidencia, el Comité de Indicadores en la Oficina Nacional de Estadística, y el Comité de Financiamiento del Ministerio de Hacienda.
Con apoyo del PNUD, el MEPyD avanza en el proceso de alineación de las metas presidenciales a los ODS con atención a criterios de la Agenda 2030 y el presupuesto nacional, con el potencial de escalar el ejercicio a todos los instrumentos de planificación del Estado. Existen estrategias y planes en curso para el ODS 1: Fin de la pobreza, el ODS 5: Igualdad de géneros, el ODS 12: Producción y Consumo Responsable y el ODS 16: Paz, justicia e instituciones sólidas, junto a ministerios de línea que lideran acciones sectoriales clave para implementar las políticas que ayudarán a “mover el dial” de los indicadores ODS y no dejar a nadie atrás.
Hablando de huellas, quiero dejar también registro de la huella que República Dominicana ha dejado en mí. Fueron las personas, las instituciones, la geografía, los sabores, que han marcado en forma indeleble mi forma de pensar el desarrollo y mi perspectiva sobre los desafíos por delante para América Latina y el Caribe.
El compromiso del equipo del PNUD con cada una de las acciones que emprende y con las plataformas de desarrollo para apoyar a nuestras contrapartes es el capital más importante con el que todos y todas podemos contar para catalizar logros y empujar avances más ambiciosos.
¡Hasta siempre, República Dominicana!