En la primavera del 2011, recuerdo como ahora, la llegada de abundantes cantidades de una alga marina de color marrón parduzco llamada sargazo. Esta alga siempre estuvo presente en nuestros mares y es un hábitat natural de cientos de especies marinas. La cuestión radica en la magnitud y volumen de los últimos años, hasta 1 tonelada cada 5 metros de playa.
Para el 2019, la Universidad del Sur de la Florida, que monitorea satelitalmente el sargazo, prevé un récord histórico de 787 km2 de cobertura para El Caribe. Este fenómeno aún está en investigación, pero existen expertos como Brian Lapointe y la investigadora de la Universidad Autónoma de México (UNAM), Rosa Elisa Rodríguez, que lo atribuyen a la hipótesis de: (a) el aumento de la temperatura de los océanos (cambio climático); y (b) a las descargas de actividades humanas (fertilizantes y residuos no tratados).
¿Y qué ocurre cuándo toneladas de sargazo se acumulan en nuestras playas? El agua comienza a podrirse liberando nutrientes (ácido sulfhídrico, nitrógeno, fósforo), provocando un olor fétido parecido al huevo podrido y reduciendo el oxígeno al agua; y se bloquea la luz solar al formar una gruesa capa en la superficie del agua. Así, la combinación de estos elementos impacta negativamente la diversidad de especies marinas y compromete a dos sectores claves en la economía caribeña: turismo y pesca.
República Dominicana líder en turismo en El Caribe insular, no es ajena a este impacto. Este año ha visto, por ejemplo cómo Boca Chica, uno de sus destinos turísticos (entre otros afectados) su Club Náutico quedó cubierto de sargazo. Señal de alerta para que el país tome en serio este problema.
El mandato de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), del cual República Dominicana es compromisaria, establece muy claro que para el 2025 se ha de prevenir y reducir significativamente la contaminación marina de todo tipo (ODS 14) y ejecutar medidas urgentes para combatir el cambio climático (ODS 13). Por ende, la salud de los océanos ha de ser prioridad, pues al ocupar el 71% de la superficie del planeta; su interconexión con los demás sistemas ecológicos que proveen bienes y servicios vitales (agua potable, alimentos, regulación de enfermedades), y su rol como regulador del clima, si se degrada impediría que alcancemos gran parte de los demás ODS “necesarios para transformar nuestro mundo” y para alcanzar un desarrollo económico y ambiental sostenible.
Este 8 de junio el mundo celebrará el Día Mundial de los Océanos, lugar donde se produce la mayor parte del oxígeno que respiramos y que para el Gran Caribe, el mar y la costa representan esa distintiva identidad geográfica y cultural. Por tanto, el sargazo puede ser una magnífica oportunidad para los países caribeños de posicionar una Agenda Climática Regional convocando una conferencia internacional, respaldada por la ONU, que permita abordar, la problemática desde una perspectiva multidimensional y global.
Por ello, la lectura al sargazo ha de ser un llamado apremiante para proceder diligentemente a la descarbonización de la economía, a robustecer el tratamiento adecuado de las descargas de residuos que van a parar al mar, y a la regulación en el uso de fertilizantes y agroquímicos. El momento es oportuno para cambiar de modelo y dejar de mirar a los océanos como el lugar de vertimiento infinito sin consecuencias. Todo indica que el sargazo es una forma del océano gritar: ¡sálvenme!