Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, estamos reconociendo a las mujeres de todo el mundo por su contribución a la sostenibilidad ambiental y la acción climática.
En Ecuador se han alcanzado logros importantes, sin embargo, todavía enfrentamos enormes desafíos que van desde la incorporación de las mujeres al mercado laboral hasta su participación en la gobernanza ambiental y climática del país.
¿Cuál es entonces el contexto, el punto de partida? Actualmente nos enfrentamos a dos severas crisis: la socioeconómica causada por el COVID-19 y la ambiental, causada especialmente por el cambio climático, pero también por la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
En términos de equidad, datos del Informe Global de Brechas de Género del Foro Económico Mundial 2021 indican que tomará 135 años cerrar la brecha entre hombres y mujeres a nivel global. Un análisis de la Consultora BCG indica que las estrategias de mitigación y adaptación adoptadas actualmente podrían incluso aumentar las brechas y demorar el logro de la igualdad de género unos 15 a 20 años más, esto debido a que las mujeres tienen una menor participación en los sectores de la economía verde.
Para responder a estos retos estamos obligados a tener una mirada holística: justo la que nos ofrece la Agenda 2030 para ir hacia economías verdes y sostenibles que fomenten soluciones basadas en la naturaleza.
Entonces, ¿cuál es el contexto de las mujeres en relación con los emprendimientos sostenibles?
Se han dado pasos importantes desde diferentes sectores. En años recientes se ha observado en el continente un importante crecimiento de emprendimientos liderados por mujeres. En concreto, Ecuador se sitúa en América Latina como uno de los países con mayor porcentaje de mujeres que deciden iniciar sus propios negocios. Sin embargo, las circunstancias en las que las mujeres deciden emprender no están exentas de grandes dificultades.
Mujeres de grupos históricamente discriminados, como pueblos y nacionalidades indígenas y afrodescendientes, en situación de movilidad humana o cabezas de hogar, enfrentan obstáculos mayores que otros grupos para acceder al mercado laboral formal e iniciar negocios por cuenta propia. Por ejemplo, en la Amazonía ecuatoriana, el 88% de los productores hombres son propietarios de tierra, frente al 12% de mujeres; los niveles de analfabetismo son mayores en las mujeres (8%) que en los hombres (4.8%); la participación de las mujeres en la comunidad es limitada y su poder de decisión se valora entre medio y bajo; y las mujeres dedican, en promedio semanal, cuatro veces más tiempo que los hombres al trabajo no remunerado.
Todo esto hace que las mujeres tengan menos autonomía financiera, menos conocimiento y menos poder de decisión para involucrarse en acciones de la economía verde, y para enfrentar amenazas causadas por el cambio climático.
¿Cómo podríamos evitar que las acciones climáticas perjudiquen a las mujeres?
En primer lugar, las inversiones climáticas y de economía verde deben incorporar un lente de género. Los miles de millones de dólares que se invierten en la carbono-neutralidad a nivel global deben incluir la plena participación de las mujeres, incluyéndolas como emprendedoras, con pleno acceso a financiación y asistencia técnica.
En segundo lugar, se debe apuntar a la igualdad en la participación en los trabajos verdes que se están creando; aumentando la proporción de mujeres en carreras científicas, tecnológicas, de ingeniería y matemáticas para que se integren en áreas relacionadas a la sostenibilidad, que en gran parte se encuentran en estos sectores. Asimismo, se debe asegurar su participación en programas formativos para esta nueva economía.
En este contexto, ¿qué historias de éxito pueden servir de inspiración y modelo? Algunos ejemplos del trabajo del PNUD en Ecuador en cambio climático y ambiente toman en cuenta las dimensiones anteriormente mencionadas a fin de lograr la participación plena de las mujeres y su empoderamiento económico:
Por ejemplo, el apoyo al Estado en la Contribución Nacionalmente Determinada de Ecuador (NDC por sus siglas en inglés), la cual constituye la principal política pública en materia de cambio climático, para que tenga un enfoque transversalizado de género. De hecho, fue la primera NDC en el mundo con este enfoque, la cual tuvo mucha repercusión a nivel global. Desde entonces, Ecuador ha trabajado en un Plan de Acción de Género y Cambio Climático, ha identificado brechas y oportunidades en los principales sectores para la implementación de la NDC y ha establecido una hoja de ruta para la acción climática sensible al género. Cabe por esto felicitar al Gobierno por esta decidida acción para tomar en cuenta a las mujeres en todas las fases de la acción climática.
Otra muestra y programa insignia del Ecuador es el Programa PROAmazonía, liderado por los Ministerios de Ambiente, Agua y Transición Ecológica, y de Agricultura y Ganadería. Cuenta con el PNUD como agencia implementadora, la colaboración de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ONU Mujeres y otros socios, y el financiamiento del Fondo Mundial para el Medio Ambiente y el Fondo Verde para el Clima.
Este programa está apoyando la implementación de bioemprendimientos de productos forestales no maderables, beneficiando a 2,100 mujeres y casi 1,500 hombres. A través de estas iniciativas, se conservan los bosques de la Amazonía, se reducen las tasas de deforestación y se mitiga el cambio climático. Al mismo tiempo, constituyen una fuente de ingresos para las comunidades, mejorando sus medios de vida.
El programa PROAmazonía tiene también un enfoque específico para incluir a mujeres en procesos de formación. De hecho, en 2021 se implementaron 173 Escuelas de Campo, con casi 4,600 productores, de los cuales el 40% fueron mujeres, para fortalecer sus capacidades en el manejo de café, cacao y ganadería sostenible, que son los commodities que causan mayor deforestación en la Amazonia ecuatoriana. Promoviendo así la agricultura y ganadería climáticamente inteligentes no solo se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también la erosión y degradación de los suelos.
Otro ejemplo es el Programa de Pequeñas Donaciones, con el que implementamos otros 43 bioemprendimientos a nivel comunitario en la Costa, Sierra y Amazonía del país, con el 55% liderados por mujeres.
Hemos trabajado también en el sector de la pesca sostenible, a través de varios proyectos que han fortalecido la sostenibilidad de las cadenas de valor de productos como la concha y cangrejo de manglar, el atún, el dorado y el camarón pomada. Las mujeres son clave en estos procesos, por lo que hemos procurado aumentar y visibilizar su participación en el sector.
Finalmente, estamos apoyando a las llamadas jancheras, quienes reciclan materiales de las escombreras de las minas, buscando residuo grueso de oro, para que tengan un reconocimiento en la normativa del país que mejoren sus condiciones de trabajo, y que sus prácticas productivas sean más amigables con el ambiente.
Por todo lo anteriormente expuesto, consideramos que las líneas de acción en el ámbito del empleo y el emprendimiento para promover la participación de las mujeres son claras:
· promover la participación de las mujeres en la formulación de políticas y planes;
· impulsar su acceso a medios de producción: tierra, asistencia técnica y créditos, combinado con la provisión de servicios de cuido de hijos e hijas; y
· asegurar su participación en programas de formación sobre economía verde.
Desde el PNUD, hacemos un llamado para que el trabajo mancomunado entre el Estado, organismos internacionales, empresa privada, sociedad civil, y academia ayude a impulsar el liderazgo de las mujeres en la economía verde, con efectos positivos y multiplicadores a todo nivel. Unámonos alrededor de estos esfuerzos.