Un código de ética propio como ejercicio de autodeterminación

12 de Septiembre de 2024

En Ecuador, como en el resto de la región, existen experiencias de autorregulación de la medicina ancestral como el Reglamento para la Práctica de la Medicina Ancestral de la Nacionalidad Tsáchila (2007) o el Código de Ética de los hombres y mujeres de sabiduría de la medicina ancestral de las nacionalidades y pueblos del Ecuador (2020). Aunque el concepto de autodeterminación fue reconocido en marcos legales internacionales, como un ejercicio de descolonización, esta es intrínseca a la existencia de los diversos pueblos. 

Los procesos de definición colectiva sobre prácticas y saberes tradicionales, contribuyen a consolidar la legitimización comunitaria, a transmitir principios y estándares tradicionales y a mantener la cultura y la cosmovisión de los pueblos, sin imposiciones externas. No obstante, a pesar del valor que tiene la autorregulación por sí misma, las personas de sabiduría ancestral también han demandado históricamente el reconocimiento del Estado, al ver sus territorios, oficios, prácticas y saberes mermados por diferentes amenazas. En eso consiste, precisamente, la interculturalidad, y no en la mera coexistencia de la diversidad y la plurinacionalidad al margen del Estado, sino en el relacionamiento, interacción y diálogo entre la institucionalidad y los pueblos. Las recolectoras de plantas medicinales no son ajenas a esta demanda, pues consideran necesario dicho reconocimiento para dignificar su labor, contra el estigma y prohibición que a menudo enfrentan por parte de guardas forestales, comuneros u otros actores, con jurisdicción sobre las áreas con manto vegetal.

El primer paso dado por las recolectoras de plantas medicinales para lograr su reconocimiento es la autorregulación, generando participativamente un Código de ética de buenas prácticas para la recolección de plantas medicinales. Es decir, han establecido sus propios parámetros para distinguirse de posibles intrusismos en el oficio, rescatando los valores de esta labor milenaria, que contribuye a la salud, a la cultura y a los ecosistemas. El valor de este documento no sólo reside en el ejercicio participativo de nombrarse y definirse en primera persona, sino que, a diferencia de la ética positivista occidental, los códigos de ética de sabias y sabios tradicionales no se basan únicamente en acuerdos racionales entre personas, sino que obedecen a criterios centrados en la naturaleza. “La ética como aspecto interno femenino (principios) y la moral (actuación) como aspecto externo masculino son inseparables y se ajustan a las leyes cósmicas de la naturaleza”. (Cachiguango, 2020).

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Grupo de mujeres recolectoras de plantas medicionales.

Fotografía: Paulina Jiménez A.

Con este propósito, 18 recolectoras y recolectores de hierbas medicinales se dieron cita, para definir sus buenas prácticas, ratificando así su compromiso con la armonía ecosistémica. La conversación, facilitada por el Laboratorio de Aceleración del Programa de Naciones Unidas, giró en torno a los conocimientos, prácticas y actitudes en la recolección, a partir parámetros propios, así como lineamientos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud en su documento, Directrices sobre buenas prácticas agrícolas y de recolección (BPAR) de plantas medicinales. (2003)

Los parámetros establecidos en este ejercicio de inteligencia colectiva ratifican que el oficio de la recolección, lejos de ser depredador de los ecosistemas, contribuye a su conservación, es sostenible y aporta a la salud, desde un enfoque de soberanía sanitaria. Los conocimientos van desde la identificación de especies y usos, hasta los ciclos de vida de las plantas, cálculo sobre la abundancia y escasez, así como elementos de cosmovisión andina. Las prácticas se centran, sobre en todo, en la sostenibilidad, la inocuidad y la vinculación comunitaria con dueños, comuneros y jurisdicciones institucionales. Finalmente, sus actitudes se enfocan en la responsabilidad ambiental, el aprendizaje continuo y colaboración comunitaria para llegar a acuerdos.

Hablemos de sostenibilidad

La sostenibilidad es imperativa para las recolectoras, pues son ellas las primeras interesadas en mantener sus medios de vida y transferirlos a las nuevas generaciones.  No hay sobreexplotación porque conocen los tiempos de rebrote, trabajan a demanda y respetan el ciclo de las plantas. Al contrario, la recolección contribuye a la limpieza de malezas, extracción de plantas invasoras y a mantener a los arbustos vivos.

“Hay un tiempo preciso para recoger las plantas. La mata tiene que estar “tierna” porque cuando no se recogen a tiempo maduran y se transforman en palos y eventualmente muere.” Si por algún motivo las recolectoras no recogen las plantas, al volver, ya no podrán acceder a ese campo, pues la maleza habrá crecido demasiado, consumiendo los nutrientes del resto de plantas. Esto evidencia el valor del trabajo de poda, más aún en un contexto con presencia de plantas invasoras. 

La poda y rebrote está garantizada por su sistema cíclico de recolección. Por un lado, “intercalan” lomas, es decir, tienen en cuenta qué ladera ya fue trabajada, para dejarla reposar y rebrotar, retomando la cosecha después de 3 o 4 meses.

Testigas de cambios y amenazas

Las recolectoras desmitifican la idea de la depredación de su oficio y señalan a otros fenómenos, como la expansión urbanística, la ganadería, el uso de químicos y formas de producción agrícola que conllevan deforestación, como los verdaderos elefantes en la habitación. Lejos de perjudicar los ecosistemas, identifican amenazas, como la introducción de plantas ornamentales que degradan el suelo. “Algunos programas de reforestación son un peligro para las plantas medicinales porque siembran plantas sin saber qué siembran. Las plantas introducidas cambian el ecosistema y roban los nutrientes a las plantas medicinales.” Se refieren, concretamente, a una planta ornamental común en los parques, que está degradando el suelo y compitiendo contra el crecimiento de las demás plantas endémicas. Así mismo, mencionan amenazas como la práctica de “rozar” (deforestar de raíz) para reemplazar con pastizales, debido a la expansión de la ganadería.

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En la imagen Lourdes Jaguaco, mujer recolectora.

Fotografía: Paulina Jiménez A.

Las mujeres y hombres que se dedican a la recolección de hierbas medicinales reconocen cuando un ecosistema es sano, diverso e identifican las amenazas, por lo que se las puede considerar “guardianas de los ecosistemas”. Además, registran la presencia de polinizadores, pájaros, cóndores o incluso osos de anteojos, como señales de escasez o abundancia. Su larga trayectoria en este oficio les permite también ser testigos de la paulatina extinción de algunas plantas, como el frailejón y la ortiga.

Inocuidad

De entre los muchos temas que se abordaron, destaca el de las buenas prácticas, para la obtención de productos libres de contaminantes. Uno de los lineamientos de la Guía de OMS sobre buenas prácticas en la recolección de plantas medicinales, está orientado a no recoger hierbas cercanas a las carreteras o con exposición a plaguicidas u otros químicos. Al respecto, las hierbateras comentan que no realizan esa recolección. “Esas plantas no valen, se amarillan, tienen otro color”. Señalan que la regulación debería aplicarse a prácticas agrícolas extensivas que ponen en riesgo los ecosistemas, degradan el suelo y les exigen caminar mayores distancias.

Por otra parte, respecto al uso de paños de recolección, las directrices indican que no deberían tener restos vegetales de actividades de recolección anteriores. Las hierbateras, de forma unánime, comentan que cada paño sirve a una planta concreta. No mezclan plantas, pensando no tanto en una posible contaminación cruzada, si no, guiadas por la sabiduría ancestral sobre incompatibilidades entre plantas. “Si usted junta la ortiga con otra planta, se arruga, se marchita”. Además, el sistema de categorización y posterior formación de racimos de “escobas” -racimos de variedad de plantas dulces o amargas para diferentes propósitos energéticos-se hace una vez están en el mercado.

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En la imagen, Andrés Cajía, recolector.

Fotografía: Paulina Jiménez A.

Seguridad ocupacional

En su código de ética recogieron las mejores prácticas sobre los ciclos de crecimiento, prácticas de sostenibilidad, aprendizaje continuo, e incluso salud ocupacional. Cabe decir que esta labor conlleva riesgos de caídas, rasguños y torceduras, especialmente en época de lluvias. Sus principales implementos de protección son las botas de caucho y la extracción se lleva a cabo con la ayuda de la hoz o el machete. Es un trabajo manual que consiste en caminatas de varias horas, muchas veces bajo la lluvia. Para ello, antes que un traje impermeable, que les resulta incómodo y produce sudoración, prefieren taparse con un chal de fibra sintética para mantener sus espaldas secas. Suelen enfrentar dolores residuales y acumulan cicatrices. "Cuando tuve que renovar mi cédula, me tomaron de nuevo la huella dactilar porque ha cambiado mucho por el desgaste que se da en la recolección y tanta preparación de atados".

Cosmovisión Andina

Las buenas prácticas, conocimientos y actitudes para la recolección de plantas medicinales pueden encontrase en detalle en el mencionado Código.  El mismo, cuenta además con la particularidad de recolectoras ecuatorianas de la zona andina sobre su cosmovisión andina, su estrecha comunión con la naturaleza manifestada en sueños, diálogos y permisos. Si bien una guía de carácter científico busca ofrecer parámetros de seguridad alimentaria, las hierbateras no han querido dejar de lado en su propio código, elementos culturales de sabiduría ancestral. 

La conexión espiritual con la montaña y con las plantas se evidencia en el permiso que piden a la Pachamama y en premoniciones recibidas a través de sus sueños. “Yo sé soñar con chilcos y al otro día me encuentro con chilcos, bien lindos. Cuando sueño con que va a llover digo, ¡Dios Mío!... no ve que cuando sale el sol el chilco se pierde”.

Esta conexión, además, permite que las recolectoras conozcan sus caminos y chaquiñanes y nunca se pierdan. Es un oficio en armonía con los ecosistemas que, como evidencia su código de ética y su larga trayectoria, contribuye a su conservación.

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Paisaje que acompaña a las recolectoras de plantas medicinales.

Fotografía: Paulina Jiménez A.

¿Y ahora qué?

Las recolectoras de plantas medicinales, vinculadas a la Plataforma Central Primero de Mayo de Quito, son las pioneras en el proceso de autoorganización y autorregulación de su oficio. Este primer paso, va acompañado de la demanda del reconocimiento por parte de la institucionalidad. Han tenido espacios de incidencia en diferentes niveles y con diversas instancias. A nivel municipal piden ser reconocidas como guardianas de los ecosistemas. Mientras esperan avances al respecto, las hierbateras presentarán su código al Ministerio de Salud Pública, en aras de recibir el ansiado reconocimiento. Este proceso, abriría el camino para iniciar un mapeo de hierbateras a nivel nacional, quienes podrían suscribirlo, sumándose o adaptando el Código de Ética para la Recolección de Plantas Medicinales, cocreado por estas recolectoras.

 

Sobre la autoría:

Escrito por: Paulina Jiménez Aguilar, Responsable de Mapeo de Soluciones, Laboratorio de Aceleración, PNUD-Ecuador. Aportes de Maria Fany Asimbaya, Martha López, Maria Tránsito Casa, José Andrés Cajía, Liliana Noemi Cajía, Andrés Cajía, Alicia Molina, Jaime Cajamarca, Rosa Mayla, Jenny Ollego, María Isabel Cajia, Verónica Minaya, Ester Caiza, Ángela Lema, Juana Cuichan, Susana Tipán, Hilda Gualoto, María Luciala Cajía Puco y la transcripción de Mayra Vera.

Paulina Jiménez