Cómo los bosques y la juventud están resolviendo la crisis del agua en Honduras
7 de Septiembre de 2023
En Tegucigalpa, la capital hondureña, la escasez de agua es algo habitual. El año pasado, el gerente del Servicio Autónomo Nacional de Acueductos y Alcantarillados (SANAA) describió la situación como una "crisis humanitaria" (en inglés). La situación sigue siendo grave y, de hecho, se prevé que empeore debido al cambio climático. Una serie de modelos predice que, para finales de siglo, las precipitaciones en Honduras disminuirán un 20 %, y la disponibilidad de agua (es decir, las precipitaciones que llegan a los ríos, lagos y acuíferos) en un 41 %. Al mismo tiempo, crece la demanda por acceso al agua.
¿Cómo va a resolver Honduras este inmenso y complejo problema? La respuesta está en restaurar y conservar sus bosques. Te mostramos el por qué.
Los bosques actúan como filtros y sistemas de almacenamiento de agua de la naturaleza. Cuando llueve, los árboles y la vegetación captan el agua y la absorben, permitiendo que se filtre lentamente en el suelo, reponiendo las fuentes de agua subterráneas como los acuíferos, suministrando agua potable a las comunidades y apoyando así la agricultura.
Los bosques también ayudan a regular el caudal de los ríos y arroyos. Las raíces de los árboles y las plantas mantienen compacto el suelo, evitan la erosión y garantizan que el agua fluya de forma constante, reduciendo el riesgo de inundaciones y sequías.
Lamentablemente, Honduras ha sufrido una notable pérdida de área forestal a lo largo de los años, con altos niveles de deforestación impulsada en gran medida por la agricultura intensiva y la tala ilegal (a su vez impulsada por la pobreza). Además, los riesgos climáticos, como los incendios forestales, las plagas y las enfermedades, también han sido muy perjudiciales. Se calcula que entre 1990 y 2020 el país perdió el 9 % de su superficie de bosques debido a estos factores.
Consciente de las amenazas que esto supone para las personas, los ecosistemas y la economía, Honduras está impulsando soluciones basadas en la naturaleza, con un fuerte énfasis en la inclusión social.
A principios de este año, volé a Tegucigalpa para ver el trabajo de uno de esos proyectos -financiado por el Fondo de Adaptación (en inglés) del PNUD y ejecutado por la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente (SERNA)- en el Corredor Boscoso Central del país.
Lo que presencié fue inspirador: jóvenes y mujeres liderando el camino con innovación y entusiasmo, aportando orgullo local y demostrando cómo el conocimiento local proporciona la mejor manera de avanzar, no solo en la adaptación al cambio climático, sino también en el cuidado de los recursos naturales de su país.
Conocí a jóvenes investigadores en un laboratorio de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras; su trabajo es clave para entender y resolver la crisis del agua en el país.
A través del estudio de la "Ecología del Agua" estaban integrando diversas prácticas para monitorear mejor las fuentes y la calidad del agua dentro del Corredor Boscoso Central.
"A medida que los complejos desafíos del cambio climático y el rápido crecimiento urbano exacerban la crisis del agua en Tegucigalpa, nuestro trabajo adquiere una dimensión crucial, proporcionando una base empírica para la acción y estableciendo los cimientos para futuras investigaciones", explica Luis Ariel Rivera Flores, microbiólogo industrial y analista de laboratorio de la Unidad de Microbiología del Agua del Centro de Investigación de Agentes Infecciosos y Zoonóticos.
De hecho, el laboratorio en el que nos encontrábamos había sido creado unos diez años antes, a través de una colaboración inicial entre el ministerio y la universidad, apoyada igualmente por el Fondo de Adaptación y el PNUD (en inglés).
En aquel momento, en lugar de aceptar un pago por sus servicios, la universidad había solicitado equipos científicos para ayudar a desarrollar análisis del agua que fluía hacia la ciudad. Así, se creó un departamento dedicado a investigar la ecología del agua y un laboratorio permanente que estudiaba el nexo entre el agua, la microbiología, la climatología y la física. Era el mismo laboratorio en el que me encontraba.
Desde su creación, el laboratorio ha producido información climática y modelos hídricos pioneros. Antes no existían modelos de este tipo. Realmente representa un enorme avance, siendo la ciencia fundamental para abordar la creciente crisis del agua.
“Ante los efectos del cambio climático y la contaminación, los ecosistemas responden de diferentes maneras. Nuestro papel como científicos es analizar cómo estos se están adaptando y explorar soluciones que podrían ayudar a mitigar los impactos”, afirma María-José Bu, del Laboratorio de Hidrobiología.
“Los ecosistemas brindan beneficios a la sociedad que pueden ser muy costosos y, a menudo, imposibles de reemplazar. Protegiendo la naturaleza, es decir, conservando la salud de los ecosistemas, podemos fortalecer su resiliencia ante eventos extremos cada vez más frecuentes asociados al cambio climático”, dice Johan R. Vallejo, investigador.
Conocí a grupos de mujeres productoras que se organizan para explorar soluciones, como por ejemplo desarrollar sus propios biofertilizantes ricos en nutrientes hechos con plantas y hongos locales e incluso frutas para poder vender productos de mayor nivel en los mercados locales. También pude conocer a una líder recién formada: una joven que dirigía la brigada municipal de bomberos para proteger sus bosques locales de la creciente presencia de incendios. Mencionó el valor del bosque para su comunidad y cómo se había enorgullecido de impedir que varios incendios forestales se intensificaran, aportando a menudo soluciones útiles a expertos de mayor rango. Mencionó también con orgullo cómo el proyecto le había enseñado a preparar el bosque durante la temporada de incendios, qué protocolos adoptar durante un incendio y cómo se está comunicando con otras mujeres de comunidades cercanas para mejorar la detección precoz.
Resulta prometedor que la universidad haya conseguido subvenciones para continuar su labor, entre ellas de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. También nos ha permitido, a través del nuevo proyecto del Fondo de Adaptación, encargar análisis hidrológicos más ambiciosos, para identificar mejor las fuentes de agua a lo largo del Corredor Boscoso teniendo en cuenta la creciente demanda y el cambio climático.
Mientras me embarcaba en mi vuelo de regreso a México, me di cuenta cómo se veía la transformación: es de las juventudes, diversa y proactiva. Y entendí que los objetivos climáticos de los países (conocidos como Contribuciones Determinadas Nacionales o NDC por sus siglas en inglés) que implican a jóvenes, mujeres y poblaciones suelen ser más ambiciosos que los que no lo hacen.
En la lucha por un futuro próspero y resiliente al cambio climático, está claro que la naturaleza y la juventud son nuestros mayores atributos.
Debemos alimentar el potencial de ambos.