En un momento en que el énfasis recae a nivel mundial en la descarbonización y reducción de emisiones, y los países debaten sobre el cambio climático en la COP26, Paraguay debe aprovechar el potencial de ser un país con recursos energéticos renovables y poner en marcha políticas fiscales, industriales, laborales y sociales que permitan impulsar su transición energética.
La importancia de la temática es tal que en septiembre se realizó el Diálogo de Alto Nivel sobre Energía bajo auspicio de la Asamblea General de la ONU; primer encuentro de ese tipo en 40 años, y que muestra de la relevancia de la discusión sectorial, considerando que cerca de 800 millones de personas en el mundo no tienen acceso a energía. Este es uno de los principales desafíos en el marco del ODS7: garantizar el acceso universal a servicios energéticos asequibles, fiables y modernos.
Junto con Albania, Paraguay es el país de producción de energía eléctrica más limpia del mundo, debido a la nula emisión de anhídrido carbónico en el 99,9% de su generación eléctrica, según datos del Foro Económico Mundial (“Global Energy Architecture Performance Index Report 2016”). Además, está entre los países con mayor producción de hidroelectricidad per cápita a nivel global, principalmente por lo generado por sus dos grandes represas binacionales: Itaipú y Yacyretá.
El PNUD viene impulsando a nivel global el intercambio de conocimiento, información y buenas prácticas entre países en materia de sostenibilidad energética. En Paraguay publicó en 2020 su Informe Nacional sobre Desarrollo Humano enfocado en energía, destacando la necesidad de impulsar la transición energética, la electromovilidad y la eficiencia energética, y promover la energía como plataforma para diversificar la producción y exportaciones.
El desafío de la transición energética
Paraguay es una de las pocas naciones del mundo con un sistema eléctrico basado casi exclusivamente en la generación de energía eléctrica a partir de una fuente renovable y no contaminante: la hidroenergía. Sin embargo, su matriz energética presenta diferencias significativas entre una oferta energética predominantemente renovable, basada en la hidroenergía (47%) y la biomasa (33%), y un consumo o demanda basada en la biomasa (44,2%) pero también, en proporción significativa, en los hidrocarburos (40,1%); estos últimos contaminantes e importados en su totalidad.
Surge el desafío de impulsar una transición energética que aproveche al máximo la energía limpia generada a nivel nacional, contribuyendo a una mejor inclusión social mediante la creación de puestos de empleo decente, y una diversificación de la producción con valor agregado; transformando también la economía y beneficiando al ambiente.
Está comprobado que los países que favorecen el desarrollo de una estructura productiva diversificada y compleja tienen más probabilidades de alcanzar altos niveles de desarrollo económico y social.
Paraguay ha asumido diversos compromisos ambientales a partir de acuerdos internacionales; entre ellos el Acuerdo de París y la lucha contra el cambio climático; compromisos reflejados en lineamientos establecidos en la Política Energética de la República del Paraguay 2040.
La disponibilidad de energía eléctrica renovable atrae inversiones y mayores oportunidades de empleo que promueven las capacidades de las personas, generando un círculo virtuoso que favorece el crecimiento continuo de las capacidades y oportunidades de las personas en el país.
El acceso universal a energía sostenible y limpia es una de las metas más ambicionadas. Por ello el PNUD hace un llamado a todos los sectores a construir participativamente y transversalmente políticas públicas enmarcadas en la Agenda 2030, con énfasis en los más vulnerables, sin dejar a nadie atrás.