Porque la mayor riqueza de mi país, El Salvador, y de muchos países está en su gente, y para aprovecharla se debe empoderar a los jóvenes. Ya que, el empoderamiento es uno de los pilares en los que se fundamenta el paradigma de desarrollo humano, el cual es entendido como el aumento del poder de las personas para generar cambios, involucrarse y beneficiarse de los procesos de desarrollo en sus hogares, comunidades y países (PNUD, 2010).
Nuestro próximo Informe sobre Desarrollo Humano El Salvador (IDHES) 2018, que será lanzado el próximo 20 de Septiembre en San Salvador, promoverá el protagonismo de la juventud como sujeto activo en la sociedad salvadoreña. Ya que, cuando las personas se involucran en los procesos de toma de decisión y problemas que afectan su vida dejan de ser meros beneficiarios del cambio, y se convierten en sujetos capaces de perseguir las cosas que consideran valiosas, reafirmando su identidad y arraigo.
El Salvador tiene una oportunidad histórica para aprovechar el bono demográfico, que es el período en el cual el número de personas en edad potencialmente productiva es superior a la población dependiente o inactiva. Se estima que este bono se estaría agotando alrededor del año 2033, por lo que las intervenciones que el país realice en las dos próximas décadas serán determinantes para consolidar el desarrollo humano.
Sin embargo, el bono demográfico no es garantía automática de una mejora en las condiciones de vida. Actualmente en El Salvador, el 37.9% de los jóvenes entre 15 y 19 años desertó del sistema educativo; y sólo un 18.5% de los jóvenes entre 16 y 29 años, que pertenecen a la población económicamente activa, tienen prestaciones sociales y remuneraciones de acuerdo con sus tareas. Por lo tanto, para aprovechar el potencial del bono demográfico se requiere más y mejores inversiones en las personas jóvenes, y así ampliar sus oportunidades para una educación de calidad y trabajo decente.
Nuestro nuevo Informe utiliza un enfoque interdisciplinario que combina los conceptos de desarrollo humano, seguridad ciudadana y resiliencia humana. Particularmente, se explora la resiliencia de la juventud salvadoreña frente a la adversidad de la violencia. Y se muestra que a medida que las personas jóvenes se ven más expuestas a hechos de violencia su nivel de resiliencia disminuye.
Finalmente, queremos destacar que para el cumplimiento de la Agenda 2030 se requiere de una estrategia de aceleración en los logros a favor de la juventud por dos razones. Primero porque dada la complejidad de la agenda no podrá ser abordada atendiendo los problemas “brecha por brecha”. Lo que se necesita es identificar problemas entrelazados con el fin de desarrollar nuevas formas de afrontarlos. La atención de esos problemas requiere de conjuntos de intervenciones, como combinaciones en un menú, de políticas públicas aplicables de manera diferenciada a distintos contextos y condiciones.
La segunda razón es que necesitamos hacer las cosas de forma diferente para superar el nivel actual de desarrollo humano medio del país. Por ello, en el Informe se propondrá trabajar prioritariamente en “zonas geográficas e indicadores deficitarios” de grupos específicos de jóvenes con mayor vulnerabilidad. De lo contrario, se corre el riesgo de avanzar en aquellas zonas en donde las condiciones son más favorables, y se pone en riesgo el principio de avanzar sin que nadie se quede atrás.
En otras palabras, El Salvador tiene una ventana privilegiada pero limitada de tiempo para invertir en las capacidades de su población, particularmente de su juventud y de empoderarlos para que sean protagonistas en la construcción de paz.