La mayoría de los países en América Latina y el Caribe completaron en septiembre seis meses con las escuelas cerradas, como consecuencia de las medidas de salud pública tomadas por los gobiernos ante la pandemia del Covid-19. El cierre prolongado de escuelas, sumado al encierro al que se vieron expuestos los niños y adolescentes por las medidas de confinamiento, y a la pérdida de ingresos de los hogares, tendrá efectos devastadores para toda una generación si no se toman medidas contundentes en el corto plazo.
La pandemia ha generado una emergencia educativa: la población en edad escolar está en un mayor riesgo de deserción y rezago escolar, de sufrir inseguridad alimentaria y de tener afectaciones en salud física y emocional, comprometiendo su desarrollo en el mediano y largo plazo.
Los gobiernos de la región pusieron en marcha estrategias de educación a distancia que buscan mantener cierta continuidad en el aprendizaje y bienestar de los niños y adolescentes. Sin embargo, estas soluciones no llegan a todos por igual, lo cual puede agudizar aún más las brechas educativas que existían en la región antes de la pandemia.
En el documento COVID-19 y educación primaria y secundaria: repercusiones de la crisis e implicaciones de política pública para América Latina y el Caribe argumento que la atención de la emergencia educativa requiere que los gobiernos centren sus esfuerzos en garantizar el aprendizaje y bienestar de los niños y adolescentes, y planear la reapertura de escuelas con sentido de urgencia.
Al mismo tiempo, es necesario desarrollar estrategias de educación bimodal, que combinen enseñanza presencial y a distancia, de manera que se asegure el aprendizaje de todos los estudiantes en medio del nuevo contexto en donde no todas las horas de instrucción serán de manera presencial.
Antes de la pandemia, la región enfrentaba una crisis de aprendizaje que afectaba particularmente a los más vulnerables. Continuar con las escuelas cerradas y no llegar a los más vulnerables con soluciones de educación a distancia de calidad agudizará aún más los retrasos y brechas en aprendizaje.
La emergencia educativa puede ser una oportunidad para repensar y construir un sistema educativo que cierre las brechas y contribuya a desarrollar el máximo potencial de todos los niños y adolescentes de la región. Para ello, se deben proteger los presupuestos de educación en la región, y manejar la emergencia con visión de largo plazo, de manera que las inversiones estén encaminadas a reconstruir un sistema educativo que asegure el aprendizaje de los estudiantes, particularmente los más vulnerables. De no hacerlo, pondremos en riesgo el desarrollo de toda una generación.