Redes de Sororidad Verde

trazan el camino hacia un futuro igualitario y sostenible

Las mujeres desempeñan roles cruciales en la gestión de los recursos naturales y la seguridad alimentaria en sus comunidades. Sin embargo, la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas afectan directamente estos medios de vida, dado que muchas de sus actividades económicas como la agricultura, la recolección de agua y la gestión de bosques, dependen de la estabilidad ambiental. Además, el cambio climático tiende a intensificar las cargas laborales, ya que a medida que los recursos naturales se vuelven más escasos, las mujeres, adolescentes y niñas rurales deben invertir más tiempo y esfuerzo en tareas como la recolección de agua y leña, lo cual puede afectar su salud, limitar su acceso a la educación y otras oportunidades de desarrollo. Esta posición de vulnerabilidad también se ve reflejada en el impacto diferencial de los fenómenos climáticos extremos, como sequías, inundaciones y tormentas, incluso en crisis humanitarias como lo fue la pandemia por la COVID 19, en los que se ha hecho más notorios los efectos desproporcionados sobre las mujeres, quienes suelen ser las principales cuidadoras de sus hogares y comunidades, y la pérdida de bienes y medios de subsistencia durante estos eventos las coloca en una situación precaria, afectando su bienestar físico, emocional y económico.

En los últimos años, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en México ha apoyado a pequeñas organizaciones de mujeres ubicadas en regiones indígenas de la Península de Yucatán, Oaxaca y Chiapas, para acelerar y generar condiciones que permitan una recuperación igualitaria y ambientalmente sostenible tras la pandemia de la COVID-19. 

Una de estas iniciativas es el proyecto Redes de Sororidad Verde (RSV), que se sustenta en la construcción de capacidades y mecanismos de resiliencia comunitarios que fortalecen la autonomía ambiental para la conservación y el manejo sostenible de los recursos naturales con enfoque de género, a través de las siguientes actividades:

  1. Construcción  de un diagnóstico participativo con perspectiva de género basado en la comunidad para identificar los aspectos relevantes relacionados con la degradación ambiental, posibles soluciones basadas en la naturaleza, así como en temáticas de producción de alimentos, agrobiodiversidad, salud financiera y actividades de producción local culturalmente asociadas.
  1. Ciclo de capacitación  en el que  se emplean materiales culturalmente adaptados sobre resiliencia financiera y conservación de la biodiversidad como vía de transición hacia una economía verde regenerativa y con enfoque de género.
  2. Creación y desarrollo de grupos de ahorro solidarios y/o empresas sociales que son gestionados directamente por las mujeres indígenas y rurales, para que puedan acceder a recursos económicos con el fin de fortalecer su resiliencia financiera.

 

En este sentido, el proyecto busca que en la medida en la que las mujeres adquieran más independencia económica, puedan optar por actividades que promuevan la conservación de la naturaleza y la reducción de su impacto ambiental. Es por ello que uno de los ejes clave del proyecto fue fortalecer las iniciativas productivas de las mujeres, su capacidad de toma de decisiones y el control que ellas ejercen sobre sus recursos financieros, al tiempo que se buscó que sus proyectos incluyeran  prácticas sostenibles y respetuosas con el medio ambiente. También, la iniciativa promueve la conformación de grupos de trabajo que les ha permitido a las mujeres demostrar su liderazgo, tanto en la puesta en marcha de mecanismos financieros de ahorro como en la conservación de la biodiversidad y la promoción de prácticas sostenibles.

Desde sus inicios, el proyecto fortaleció distintas capacidades en las mujeres como agentes de cambio y como  guardianas de la biodiversidad. Un ejemplo inspirador es el trabajo realizado por mujeres mayas en la protección de las abejas, quienes al involucrarse en la apicultura, no sólo aprendieron a proteger a estas polinizadoras vitales, sino que también adoptaron prácticas agroecológicas que promueven la salud de los ecosistemas.

Para esta región de la Península de Yucatán se lograron fortalecer 4 áreas dentro del proyecto que son: 

  1. Conservación ambiental y sostenibilidad: La apicultura sostenible implica el uso de técnicas que minimizan el impacto ambiental,  y que promueven la conservación de hábitats naturales, con lo que se contribuye a la preservación de la biodiversidad.
  2. Igualdad de género y liderazgo: Al convertirse en apicultoras , las mujeres ganan respeto y reconocimiento dentro de sus comunidades,  asumen roles de liderazgo y fortalecen sus capacidades en la toma de decisiones. Este cambio en la dinámica del poder contribuye a un entorno más equitativo y justo, donde las voces de las mujeres no sólo son escuchadas y valoradas, sino tomadas en cuenta para actuar en favor de su comunidad.
  3. Empoderamiento económico: A través de la venta de productos derivados de la miel, las mujeres pueden generar un flujo de ingresos estable que les permite mejorar su calidad de vida y la de sus familias. Este empoderamiento económico  reduce  la brecha de género, ya que las mujeres ganan poder de decisión y control sobre sus recursos financieros. 
  4. Resiliencia comunitaria: A través de la creación de redes de apoyo y de sus iniciativas productivas colaborativas, las mujeres pueden compartir conocimientos, recursos y experiencias, lo que mejora la capacidad de la comunidad para enfrentar desafíos económicos y ambientales. La resiliencia comunitaria se ve reforzada cuando las mujeres son capacitadas en técnicas de apicultura sostenible, ya que esto fomenta una gestión más eficaz de los recursos naturales y un manejo con enfoque de adaptación al cambio climático.

 

La presentación del Proyecto "Redes de Sororidad Verde" en el Foro Regional de Finanzas Climáticas y Bosques, en agosto de 2023, subrayó la importancia de integrar la perspectiva de género en las estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático. Al acompañar el proceso de empoderamiento de las mujeres como agentes de cambio, el proyecto no sólo promovió la igualdad de género, sino que también fortaleció la resiliencia de las comunidades rurales frente a los impactos climáticos.


 

La integración del arte colaborativo en el proyecto Redes de Sororidad Verde demostró ser una estrategia eficaz para fortalecer la conexión entre las mujeres y la naturaleza Un ejemplo destacado de esta iniciativa fue la creación de un mural en Oaxaca por la organización “Mujer de mar y maíz” el cual no sólo se concibió como una representación visual, sino que formó parte de un diálogo abierto sobre la biodiversidad, la conservación de cuerpos de agua y otros temas vitales para la comunidad y las mujeres. Esta estrategia permitió generar espacios de expresión y de intercambio de conocimientos y experiencias entre las mujeres participantes, además, de promover una mayor conciencia sobre la importancia de la conservación de la biodiversidad dentro de la comunidad. 


 

Otra de las acciones  del proyecto para fortalecer el sentido de comunidad y compañerismo fueron los encuentros entre grupos de mujeres de diferentes estados. En noviembre de 2023 se realizó  el “Encuentro interregional” en Mérida, Yucatán, al que asistieron las integrantes de las redes de Oaxaca, Chiapas y la Península de Yucatán. Este espacio brindó una plataforma invaluable en la que las mujeres pudieron compartir experiencias, conocimientos y estrategias para fortalecer su participación en la promoción de prácticas sostenibles y equitativas. Este encuentro fortaleció la comunidad y solidaridad entre las participantes, ofreciéndoles apoyo mutuo para enfrentar juntos los desafíos ambientales y sociales. Además, se intercambiaron ideas y se crearon redes de apoyo esenciales en los tres estados.


Para lograr consolidar las Redes de Sororidad Verde, se construyó un Programa de Fortalecimiento de Capacidades (PFC) que buscó contribuir a que las mujeres identificaran prácticas de producción sostenible y mecanismos de resiliencia financiera con enfoque de género aplicables a sus proyectos productivos.

La hoja de ruta de este PFC tiene como objetivo orientar en la conformación y consolidación de una red de sororidad verde (RSV), tomando como referencia la experiencia del PNUD en las regiones de Chiapas, Oaxaca y la Península de Yucatán.

 A partir de esta experiencia, se ofrece una ruta de fortalecimiento adecuada para cada red, junto con una caja de herramientas para su implementación, seguimiento y monitoreo.

El PFC consta de  tres bloques temáticos diseñados de manera flexible para adaptarse a las distintas necesidades de las mujeres, en el que pueden identificar su nivel de consolidación para el fortalecimiento de capacidades. Este proceso de fortalecimiento se desarrolla a través de 3 bloques temáticos:

  • Bloque 1: “Mecanismos de resiliencia económica”

  • Bloque 2: “Estrategias hacia la igualdad de género” 
  • Bloque 3: “Reflexiones hacia la autonomía ambiental”

Siguiendo esta ruta, las mujeres podrán determinar su nivel de conocimientos al inicio del proceso, así como la ruta de fortalecimiento más adecuada para su red. En este sentido, las participantes definirán el ritmo de aprendizaje y las temáticas que se desarrollarán en los talleres. Cada bloque temático describe: 1) Objetivos, 2) Contenidos temáticos, 3) Recomendaciones por nivel, y 4) Rúbrica de autoevaluación. La ruta de aprendizaje está sugerida por nivel, y al final del proceso se puede realizar un monitoreo del avance como red. 

La participación de las mujeres en actividades económicas sostenibles se ha convertido en un factor crucial para el desarrollo inclusivo y la protección del medio ambiente, ya que cuando las mujeres adquieren autonomía económica pueden tener una condición distinta para tomar decisiones que benefician tanto a sus familias como a sus comunidades, fomentando prácticas sostenibles y responsables con el medio ambiente. Al reconocer y apoyar este papel esencial en estas iniciativas productivas, no sólo estamos invirtiendo en un futuro más equitativo, sino también en la preservación de nuestro planeta.

Al cierre de esta primera etapa, el proyecto logró que:

  • 198 mujeres, incluidas 36 jóvenes, conformaron 10 redes de sororidad verde en comunidades indígenas de Oaxaca, Chiapas y de la Península de Yucatán.
  • 9 de cada 10 redes incorporan mecanismos de resiliencia económica que contribuyeron a aumentar sus ahorros en un 94.3%. Además, les permitieron acceder a fondos revolventes, créditos solidarios, entre otros productos financieros, para fortalecer sus iniciativas productivas.
  • Las mujeres, a través de sus proyectos productivos, son reconocidas como guardianas ambientales. Asimismo, se asumieron como agentes que pueden incidir colectivamente en políticas públicas que prioricen la conservación ambiental y la igualdad de género.

En resumen, las Redes de Sororidad Verde constituyen un enfoque holístico que rinde homenaje a la fortaleza y determinación de las mujeres en la construcción de un futuro más igualitario y sostenible. Esta iniciativa busca asegurar que las soluciones a los desafíos globales sean inclusivas, efectivas y locales, reflejando el potencial transformador de las mujeres como líderes en la transformación de sus comunidades.