El nuevo informe sobre el clima del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (en inglés) es claro: estamos acercándonos peligrosamente a un aumento de 1,5° C en la temperatura que nos pondrá ante una crisis climática mundial inevitable, irreversible y sin precedentes. En palabras del Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, se trata de un “código rojo para la humanidad” que podría erradicar todos los avances en materia de desarrollo logrados en los últimos decenios e impedirnos progresar hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
El informe se publica en un momento en que la situación está llegando a un punto culminante. Es mi deseo que la cruda realidad lleve a los gobiernos, a los mercados de capital, a los inversionistas, a las aseguradoras y a los consumidores a adoptar las medidas necesarias para reducir las emisiones de combustibles fósiles.
Es exactamente eso lo que debe suceder.
El mundo está muy lejos de mantener el calentamiento global por debajo del límite de 1,5°, una meta con la que se comprometieron casi 200 países en el marco del Acuerdo de París. Nuestra trayectoria actual provocará la pérdida de un número mucho mayor de vidas, medios de subsistencia y ecosistemas, empujará a 132 millones de personas a la pobreza extrema de aquí a 2030, y afectará especialmente a quienes ya son pobres y vulnerables.
Nos queda muy poco tiempo para cambiar esta trayectoria antes de que las peores consecuencias se vuelvan irreversibles. Para limitar los impactos del cambio climático, es necesario reducir las emisiones de manera decisiva, urgente y drástica. Somos la última generación que tiene la oportunidad de volver a encaminar al mundo. También somos la primera generación que puede intentar hacer las cosas de una manera nueva, para que las personas y el planeta prosperen juntos.
Necesitamos que todos los actores de la sociedad asuman compromisos audaces y ambiciosos con respecto al clima y establecer contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) sólidas, que promuevan el logro de las metas fijadas en el Acuerdo de París. Mediante su Promesa Climática, la iniciativa más importante del mundo en su tipo, que abarca a un 80 % de los países en desarrollo, el PNUD apoya a 119 países para que lo logren. Los países están avanzando hacia CDN más ambiciosas e inclusivas, que permitan atacar las causas profundas del cambio climático.
Sin embargo, todos los países deben intensificar sus esfuerzos. Los datos reunidos a través de la Promesa Climática señalan que los países menos adelantados (PMA) y los pequeños Estados insulares en desarrollo (PEID) siguen siendo los que persiguen las metas más ambiciosas, algo que no ocurre con los países que producen las mayores emisiones. Esa situación debe cambiar. Los países desarrollados deben cumplir su responsabilidad y apoyar a los más vulnerables, que son los más afectados por las repercusiones del cambio climático.
Hace tiempo que se escuchan las señales de alarma, pero creo que hemos superado las etapas iniciales y estamos avanzando en la dirección correcta. Ahora debemos trabajar de manera incesante para impulsar cambios rápidos y justos. Será una carrera entre el agravamiento del cambio climático y lo mejor de las capacidades humanas para movilizar más recursos, avanzar con mayor dinamismo y promover cambios más profundos. Sé que tenemos las cualidades necesarias. Son las que se ven diariamente en todo el mundo, cuando las personas luchan contra los incendios forestales, las olas de calor, las inundaciones devastadoras, los conflictos y la desigualdad, y se comprometen a reconstruir un mundo mejor tras la pandemia de la COVID-19.
Ahora que se acerca la 26ª Conferencia de las Partes, es el momento de actuar a una escala mucho mayor para enfrentar nuestra crisis climática, para impulsar nuestra transición hacia la energía sostenible y para cumplir nuestro compromiso de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sobre la base de la rigurosidad científica y el propósito común de alcanzar un futuro próspero para todos. Es momento de que todos, y en particular los responsables de la adopción de decisiones, hagamos elecciones intrépidas y de largo alcance. Porque las decisiones que tomemos ahora no solo tendrán efectos inmediatos sobre las vidas de millones de personas, sino que definirán el bienestar de las personas y del planeta para las generaciones que vendrán.