Del 31 de octubre al 12 de noviembre, personas de todo el mundo se reunirán en Glasgow (Escocia) para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de este año, conocida también como COP26. Patrocinada por el Reino Unido y las Naciones Unidas, la COP26 ofrece la oportunidad de debatir los avances y los retos relacionados con el Acuerdo de París sobre el cambio climático, un tratado internacional aprobado en 2015 y que entró en vigor en 2016.
Han transcurrido cinco años desde ese histórico momento. Reflexionemos ante todo sobre lo que está funcionando. El Acuerdo de París gira en torno a las Contribuciones Determinadas a nivel Nacional (NDC por sus siglas en inglés). Se trata de los compromisos climáticos presentados por los Gobiernos para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, incluido el de limitar el aumento de la temperatura global a 2 ºC, tratando de reducirlo a 1,5 ºC.
Los Gobiernos convinieron en que estos compromisos sobre el clima se revisarían cada cinco años en función de la situación de los países para alcanzar el objetivo sobre la temperatura y para reflejar los últimos datos científicos. No es un reto menor, pero puede observarse que muchos países, sobre todo los más pequeños y vulnerables, están a la vanguardia del aumento de la ambición climática. Esto me da esperanzas. Es un indicio de que el Acuerdo de París está funcionando y de que muchos países están dispuestos a tomar medidas para hacer frente a la crisis climática, como lo prometieron.
Desde los países que están eliminando gradualmente la electricidad proveniente del carbón y los líderes mundiales que debaten la crisis climática a una escala sin precedentes, hasta el liderazgo continuo de los jóvenes, los pueblos indígenas y la sociedad civil que exigen cambios y demandan la rendición de cuentas de los Gobiernos y las empresas, es innegable que se está gestando un cambio global sin precedentes.
No obstante, tenemos por delante una tarea colosal. Debemos hacer más, trabajar más rápido y convertir las palabras en acciones. Las emisiones de gases de efecto invernadero han seguido aumentando a niveles nunca antes vistos y la temperatura media mundial de los últimos cinco años ha sido una de las más altas registradas. Se necesita mucho más para limitar las emisiones y adaptarse a los efectos cada vez más graves del cambio climático. Todos los países, especialmente los que más contaminan, deben intensificar los esfuerzos.
Como puedes imaginarte, la COP26 planteará un gran desafío. Su celebración estaba prevista en 2020, pero se aplazó debido a la actual pandemia de la COVID-19.
La COP26 trazará la senda de la acción climática: qué cabe esperar de Glasgow
22 de Octubre de 2021
Esta pandemia nos ha demostrado que los países más ricos tienen la voluntad y la capacidad de gastar billones de dólares de los Estados Unidos en la respuesta y la recuperación, pero aún no han proporcionado a los países en desarrollo financiación suficiente para hacer frente a la crisis climática. Lo cierto es que esta será una de las cuestiones fundamentales que se debatirán en la COP26. En 2015, los países desarrollados prometieron proporcionar 100.000 millones de dólares al año en financiación climática a los países en desarrollo a más tardar en 2020. Lamentablemente, 2020 ha pasado y los países desarrollados no han cumplido su promesa.
Es esencial que los países desarrollados alcancen este año ese objetivo (el mínimo necesario) y que garanticen que el 50 % de esta financiación se destine a medidas de adaptación. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), los costos anuales de adaptación solo en los países en desarrollo se estiman actualmente en 70.000 millones de dólares (en inglés). Es evidente que 100.000 millones de dólares no son suficientes para que los países en desarrollo afronten las consecuencias de la crisis climática que ya los está afectando.
Otra cuestión crítica es cómo abordar el artículo 6 del Acuerdo de París sobre la forma en que los países pueden reducir sus emisiones a través de los mercados internacionales de carbono. Avanzar en relación con esta cuestión significa mantener la integridad del Acuerdo de París, pero por el momento los países están lejos de alcanzar un entendimiento.
Este año también se espera que los países mantengan debates clave sobre las pérdidas y los daños, es decir, las consecuencias climáticas a las que se enfrentan los países y que van más allá de los límites de la adaptación, como los desastres climáticos, la migración, la pérdida del patrimonio cultural y los fenómenos de evolución lenta, como el aumento del nivel del mar. Los países en desarrollo solicitan urgentemente el apoyo, tanto técnico como financiero, de los países desarrollados para hacer frente a estas pérdidas y daños.
Por último, seguimos de cerca los últimos compromisos nacionales sobre el clima a medida que se van presentando, con la esperanza de que sean más ambiciosos, sobre todo por parte de los mayores emisores. En el PNUD, hemos asumido nuestro propio compromiso sobre el clima. Puesta en marcha en 2019, la iniciativa Promesa Climática es nuestro compromiso de ayudar a los países a actualizar y mejorar sus promesas. En la actualidad, somos el principal proveedor de asistencia a los países en relación con las NDC, apoyando a 120 países con 35 asociados, y ya nos estamos preparando para ayudar a los países a convertir sus promesas en acciones sobre el terreno.
Así pues, aunque hay mucho en juego en la COP26, esta también constituye una oportunidad para hacer las cosas bien. La Conferencia debe ser equitativa y segura y debemos garantizar que las voces de todos sean escuchadas. Gracias al liderazgo de los países en desarrollo y de los más vulnerables, estamos bien encaminados y debemos seguir la dirección que nos marcan en aras de un futuro mejor para todos.
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