Más claro que el agua: gestión y gobernanza del agua en América Latina y el Caribe
23 de Mayo de 2022
Si bien el agua es el tema del ODS 6, en realidad atraviesa toda la Agenda de los ODS con implicaciones para distintos ámbitos como la salud humana, la agricultura, la energía, los negocios, la cultura y los ecosistemas. Sin embargo, miles de millones de personas siguen sin tener acceso a este vital recurso. Y si no actuamos ahora, es probable que esta cantidad aumente en el futuro, ya que se espera que los impactos del cambio climático afecten cada vez más la calidad y cantidad de agua disponible para la satisfacción de las necesidades humanas básicas. Se estima que para 2050 más del 50% de la población mundial vivirá en áreas de escasez hídrica. Ahora bien, la crisis mundial del agua hoy es principalmente una cuestión de gobernanza más que de disponibilidad del recurso.
En América Latina y el Caribe (ALC), como en gran parte del mundo, el acceso al agua sigue siendo muy desigual. Este #GraphForThought utiliza datos de la base de datos global del Programa Conjunto de Monitoreo de la OMS/UNICEF para explorar cómo se manifiestan estas desigualdades en los países de la región. El panel de la izquierda muestra cómo la proporción de personas con acceso a servicios básicos de agua potable difiere según se trate de áreas rurales o urbanas, mientras que el panel de la derecha muestra cómo esta proporción varía entre el quintil más pobre y el quintil más rico de la población. Como era de esperarse, el acceso a agua limpia tiende a ser mayor en las zonas urbanas (en comparación con las zonas rurales) y entre los más ricos (en comparación con los más pobres). Sin embargo, el tamaño de la brecha entre estos grupos varía mucho entre países. Por ejemplo, mientras que en Paraguay hay menos de 2 puntos porcentuales de diferencia en el acceso al agua entre áreas rurales/urbanas o entre los grupos más ricos/pobres, en Haití estas brechas alcanzan una enorme diferencia de 42 y 66 puntos porcentuales, respectivamente.
Sin embargo, estas desigualdades no son inevitables. Universalizar el acceso a este recurso es, en última instancia, una cuestión de gobernanza. El agua es un servicio básico y un derecho humano que los Estados deben garantizar por igual a todos los ciudadanos, sin importar en qué parte del territorio vivan o cuánto puedan pagar por el servicio. Mejorar su gestión para lograr “agua para todos” requiere considerar los marcos y sistemas institucionales que determinan quién puede usarla, cuándo y cómo.
Por ejemplo, si bien Paraguay destaca en la región por su cobertura casi universal de acceso al agua potable, no siempre fue así. Como muestra el siguiente gráfico, hace apenas veinte años el acceso al agua en el país era muy desigual. Sin embargo, en dos décadas, el país lo amplió rápidamente a las zonas rurales y a los ciudadanos pobres, eliminando virtualmente estas brechas. Si comparamos este aumento con el experimentado por otros países, Paraguay se destaca como uno de los países que más ha mejorado en el mundo. Este cambio no es resultado de un repentino aumento en la cantidad de agua disponible en el país, sino el resultado de inversiones intencionales para mejorar la gobernanza del agua, incluidas medidas como el establecimiento de nuevos marcos legales, la creación de capacidad estatal y el establecimiento de nuevos modelos de compromiso con comunidades locales. Vea, por ejemplo, cómo los nuevos enfoques para su gestión lograron llevar agua a la comunidad de Teniente Martínez, después de 40 años de lucha de sus residentes con las dificultades asociadas a su escasez.
Es importante pensar más allá de las desigualdades según área geográfica o ingresos. Si bien estas son las únicas para las que los datos entre países están fácilmente disponibles en el JMP, otras dimensiones de la desigualdad también son muy importantes cuando se piensa en la gobernanza de los recursos hídricos. De particular importancia son las desigualdades relacionadas con el género (considerando, por ejemplo, las normas de género sobre la toma de decisiones relacionadas con el agua) y aquellas relacionadas con la etnia o la raza (considerando, por ejemplo, cuestiones relacionadas con el acceso al agua segura para las poblaciones indígenas) Además, si bien los datos de JMP solo ofrecen información sobre el acceso al agua potable, como se mencionó anteriormente, el agua es esencial para una amplia gama de actividades económicas, sociales y culturales. Al pensar en la gobernanza del agua, debemos tener en cuenta el papel esencial del agua como integrador en la agenda de los ODS. Como argumentó el Informe sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo 2021 de la ONU, “la falta de valoración total del agua en todos sus diferentes usos se considera una causa fundamental, o un síntoma, del descubrimiento político del agua y su mala gestión. Con demasiada frecuencia, el valor del agua, o su conjunto completo de múltiples valores, no se destaca en absoluto en la toma de decisiones... reconocer, medir y expresar el valor del agua, e incorporarlo en la toma de decisiones, es fundamental para lograr un desarrollo sustentable y equitativo de la gestión de los recursos hídricos”.
Finalmente, si bien mejorar la gestión del agua presenta un serio desafío, también presenta una oportunidad notable. En la era del Antropoceno, el agua y el cambio climático están íntimamente ligados. Los impactos esperados del cambio climático en nuestro suministro de agua exigen que actuemos rápidamente para mejorar nuestra gestión de los recursos hídricos. Ésta, a su vez, puede ayudar a abordar el desafío del cambio climático en sí mismo, tanto en los procesos de adaptación (por ejemplo, ayudando a abordar otros impactos como inundaciones o el aumento del estrés hídrico para la agricultura y la industria) como de mitigación (por ejemplo, las medidas de eficiencia hídrica tienen un efecto directo en el ahorro de energía, que puede llevar a la reducción de las emisiones de GEI; las intervenciones específicas de gestión del agua, como la agricultura de conservación, la protección de los humedales y otras soluciones basadas en la naturaleza, pueden ayudar a secuestrar el carbono en la biomasa y los suelos; y el tratamiento avanzado de aguas residuales puede ayudar a reducir las emisiones de GEI mientras suministra biogás como fuente de energía renovable).