Pobreza Multidimensional: Un enfoque integral para abordar las desigualdades

Entrevista con Sabina Alkire y Diego Zavaleta

31 de Octubre de 2024
a man and a woman standing in front of a photo

Sabina Alkire, directora del Oxford Poverty & Human Development Initiative (OPHI) y Diego Zavaleta, asesor senior del PNUD en América Latina y el Caribe

Entrevista por Daniella Toce y Xiomara Mejía

 

Cuando se aborda el tema de la pobreza, a menudo se limita a una perspectiva monetaria. Sin embargo, la pobreza es un tema mucho más complejo y se ve influenciada por diversos factores regionales, económicos y sociales que afectan la calidad de vida, como el acceso a servicios básicos, la educación, la salud, el saneamiento, la vivienda adecuada, entre otros.  

Para analizar estas múltiples dimensiones, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de Oxford (OPHI) colaboran desde 2010 en el desarrollo del Índice de Pobreza Multidimensional global (IPM). 

Este índice mide la pobreza más allá de los ingresos, considerando carencias en dimensiones como la salud, la educación y el bienestar. A través de esta colaboración, se busca proporcionar un enfoque integral que permita a los países diseñar políticas efectivas para abordar la pobreza de manera holística y sostenible, favoreciendo así el desarrollo humano y la inclusión social. Este enfoque subraya la importancia de evaluar la pobreza de forma integral y enfatiza la necesidad de colaboración y acción conjunta para enfrentar sus causas subyacentes, especialmente en un contexto global donde la crisis climática, los conflictos y la inequidad social se intensifican.

En su último informe “Índice de Pobreza Multidimensional 2024: La Pobreza en Tiempos de Conflicto” se revela que 1.100 millones de personas en el mundo viven en pobreza multidimensional aguda, lo que resalta la necesidad urgente de abordar este fenómeno de manera integral y sostenible. 

En este marco, conversamos con Sabina Alkire, directora del la Iniciativa de Pobreza y Desarrollo Humano de la Universidad de Oxford (OPHI), y Diego Zavaleta, asesor senior del PNUD en América Latina y el Caribe, para explorar las implicancias de la pobreza multidimensional y cómo este enfoque puede ser una herramienta valiosa para impulsar un cambio real en la vida de quienes más lo necesitan.

Sabina Alkire: SA

Diego Zavaleta: DZ

 

¿Qué es un índice de pobreza multidimensional y por qué es importante medirla?

SA: El índice de pobreza multidimensional (IPM) identifica las privaciones que una persona experimenta simultáneamente. Estas privaciones pueden incluir indicadores clave como salud, nutrición, asistencia escolar, años de educación, acceso a agua, saneamiento, vivienda, empleo, entre otros. Lo importante es entender que, en la vida de las personas pobres, estas carencias no ocurren de manera aislada, sino que interactúan entre sí. Si solo consideramos un aspecto de la pobreza, no podemos captar toda su complejidad ni ofrecer soluciones integrales que permitan a estas personas salir de la pobreza.

Además, el IPM no solo clasifica a una persona como pobre por una sola carencia, sino cuando enfrenta una masa crítica de privaciones al mismo tiempo. Esto garantiza que prioricemos a quienes enfrentan mayores desafíos y nos permite diseñar políticas más efectivas para no dejar a nadie atrás.

DZ: Para el PNUD, el enfoque de medición multidimensional es crucial porque se alinea con su enfoque de desarrollo humano, que pone a las personas en el centro. El PNUD busca promover un desarrollo que contemple las múltiples facetas de la vida de las personas, no solo los ingresos. Esta metodología de medición ofrece una imagen más completa y realista de las condiciones de vida, lo que permite una evaluación más cercana a la realidad de las personas y facilita políticas más relevantes y efectivas para su bienestar.

SA: El IPM también tiene una fuerte conexión con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Primero, el IPM es parte del primer ODS: erradicar la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo. En segundo lugar, permite un enfoque multisectorial, es decir, con otros ODS,  proporcionando información sobre el conjunto de privaciones que deben abordarse de manera integral. Y, finalmente, el IPM permite identificar diferencias entre grupos poblacionales, como por edad, región o discapacidad, asegurando que no dejemos atrás a los más vulnerables.

¿Para qué sirve el IPM? ¿Cuáles son las ventajas de tener un IPM para el diseño y aplicación de políticas públicas?

DZ: La medición multidimensional se acerca más a hacer justicia a la realidad de las personas que sufren la pobreza. Es fundamental entender todas las carencias que enfrentan simultáneamente para tener una evaluación completa de su situación. Una única cifra no puede capturar la complejidad de sus vidas. Cuando una persona evalúa su bienestar, no lo hace en términos de dimensiones aisladas; considera aspectos como su salud, la educación de sus hijos y otros factores interrelacionados. Evaluar la pobreza en compartimentos estancos, como mencionó Sabina, limita nuestra comprensión.

Ahora, ¿para qué sirve esta medida? El índice es sumamente útil porque permite desagregar la información y concentrarse en casos específicos. Por ejemplo, podemos identificar a quienes sufren pobreza y, además, carecen de acceso al agua. Esto es esencial si queremos dirigir nuestros recursos limitados hacia áreas críticas. La pobreza monetaria nos da datos importantes sobre ingresos, pero no nos dice quiénes tienen otros problemas, como la falta de agua. Así que, al utilizar un enfoque multidimensional, podemos concentrarnos mejor en esos aspectos particulares que necesitamos abordar para mejorar las condiciones de vida de las personas

SA: Añadiría que además del índice global que publicamos anualmente con PNUD que permite compara los perfiles de pobreza de 112 países, muchos países ya han implementado su propio IPM nacional como estadística oficial, usándolo para focalizar recursos y diseñar políticas más efectivas en el territorio nacional. Un ejemplo es Colombia, donde el presidente Juan Manuel Santos utilizó el IPM para reducir la pobreza multidimensional en una tercera parte. La clave fue una mesa redonda liderada por él, donde seis ministros y tres directores de agencias y departamentos de distintos sectores se reunían para monitorear el avance en los indicadores del IPM y tomar decisiones conjuntas para acelerar el progreso. Esta colaboración intersectorial demostró que reducir la pobreza requiere un enfoque coordinado, donde el éxito de un ministerio depende del trabajo conjunto con otros.

 

 

 

¿Pueden contarnos alguna experiencia exitosa de la medición de la pobreza multidimensional y la aplicación de políticas públicas?   

SA: Un ejemplo interesante que hemos estudiado y resaltamos en los programas de OPHI de educación ejecutiva y técnica diseñados para estudiantes, oficiales de gobiernos y agencias internacionales, y representantes senior, es el de Costa Rica, durante el gobierno de Luis Guillermo Solís. La vicepresidenta en ese momento, Ana Helena Chacón, lideró el lanzamiento y uso del IPM de Costa Rica. A través del análisis del presupuesto nacional a la luz de los indicadores del IPM en las regiones del país, se concluyó que algunos indicadores prioritarios no tenían asignación presupuestaria, y que las regiones más pobres recibían menos recursos per cápita. El presidente Solís firmó un decreto presidencial que exigía ajustar el presupuesto tomando en cuenta el IPM junto con la pobreza monetaria. Esto permitió una aceleración en la reducción de la pobreza multidimensional, sin aumentar el presupuesto, incluso en tiempos de austeridad fiscal.

 

¿Cómo el IPM es complementario a la medición de pobreza monetaria?   

SA: La pobreza monetaria es fundamental, pero no refleja toda la realidad de quienes la padecen. Muchos países ahora utilizan dos mediciones oficiales: una para la pobreza monetaria y otra para la pobreza multidimensional (IPM), que complementa la primera. El Banco Mundial recomienda que el IPM no incluya pobreza monetaria, ya que así ofrece una visión más completa y poderosa en términos de política pública. Es como tener "dos ojos" para ver con mayor claridad la situación. Países como Chile y Filipinas ya están acostumbrados a trabajar con ambas cifras, lo que permite un análisis más preciso y una respuesta más completa.

DZ: Además de lo mencionado, es importante destacar que las mediciones de pobreza monetaria y multidimensional cumplen propósitos distintos. Mientras que la pobreza monetaria es útil para aumentar los ingresos de las personas, el IPM proporciona información más amplia y detallada para mejorar sus condiciones sociales. En algunos países, estas dos mediciones pueden diferir significativamente, lo que aporta un valor adicional. Si ambos índices fueran idénticos, no tendría sentido tener dos; lo valioso es que complementen la información y nos permitan tomar decisiones más completas y específicas.

 

⁠En el último informe habla sobre la relación entre pobreza y conflicto, ¿nos podrían comentar un poco más?

SA: El informe revela que el vínculo entre pobreza y conflicto es claro en diversos indicadores. En situaciones de conflicto, las privaciones experimentadas por las personas son significativamente mayores: el 17,7% de las personas en zonas de conflicto, vive con al menos un niño fuera del sistema escolar, comparado con el 4,4% en zonas sin conflicto; mientras que el 26,9% carece de electricidad, frente al 5,6% en contextos de paz. Este informe ha revelado por primera vez que un 40% de las personas en situación de pobreza –equivalente a 1,1 millones de individuos– vive en áreas afectadas por conflictos, mostrando así una relación directa entre ambos factores.

La coexistencia de pobreza y conflicto crea un ciclo que no solo intensifica las desigualdades, sino que también refuerza la recurrencia de las tensiones. A pesar de los esfuerzos e inversiones en infraestructura y estudios sociales, la prevención integral sigue siendo un desafío. 

DZ: El conflicto genera pobreza, pero también hay grandes signos de que la pobreza genera conflicto. Esta es, evidentemente, una relación bidireccional. Existen estudios relevantes a nivel mundial que examinan, sobre todo, la relación entre la desigualdad y los conflictos, no solo a nivel individual sino también entre distintos grupos sociales. Así, es una cuestión de justicia y de seguridad para las personas, pero también un esfuerzo por prevenir futuros conflictos que amenacen los logros en desarrollo. Es claro que el conflicto destruye infraestructuras esenciales, como redes eléctricas, sistemas de agua y hospitales, afectando el progreso alcanzado. Por ello, es crucial tener en cuenta esta interrelación.

Es fundamental mantener siempre en perspectiva esta compleja relación y su impacto en el desarrollo sostenible. Cuesta más reconstruir que prevenir.