La Cumbre sobre la Acción Climática de 2019 y la Reunión de Alto Nivel de la ONU sobre Cobertura Sanitaria Universal, que tendrán lugar el 23 de septiembre, son una oportunidad decisiva para conectar de mejor forma la ciencia, la política y la acción para las personas y el planeta.
El mundo nunca ha estado tan unido en torno a la idea de sanidad para todos. Más de 100 países de ingresos bajos y medios ya han adoptado medidas al avanzar políticas que abordan mejor las necesidades de salud de comunidades pobres y vulnerables.
Sin embargo, los debates sobre la sanidad universal suelen olvidar una de sus amenazas más serias: la crisis climática. Los humanos sanos necesitan un planeta sano para sobrevivir y prosperar.
Si no se actúa de forma urgente, la crisis climática arruinará décadas de progreso en la sanidad universal. El aumento de las temperaturas, la contaminación del aire -que ya causa alrededor de ocho millones de muertes al año-, la disminución de los suministros de agua no contaminada y el aumento de la inseguridad alimentaria pueden crear una combinación que haga retroceder los avances en salud y desarrollo.
Con el aumento de la temperatura, el alcance geográfico de ciertas enfermedades aumentará y las estaciones de transmisión se prolongarán. Un estudio reciente ha revelado que más de dos mil millones de personas más podrían estar en riesgo de contraer dengue en 2080 si las temperaturas siguen subiendo.
El calentamiento de los océanos está causando que áreas que alguna vez fueron demasiado frías para que ciertas bacterias crecieran, como el norte de Europa y Alaska, sean ahora más susceptibles a brotes de enfermedades como el cólera. El Banco Mundial ha estimado que este calentamiento global de entre dos y tres grados puede aumentar el número de personas en riesgo de contraer malaria hasta un 5% y diarrea en un 10%. Además, sin una acción conjunta, el cambio climático podría significar que más de 100 millones más de personas vivan en la pobreza en 2030.
Los fenómenos meteorológicos extremos, como huracanes y ciclones, también pueden tener efectos desastrosos en la salud. Cada año, 22,5 millones de personas se tienen que desplazar a causa de desastres relacionados con el tiempo o el clima, lo que se espera que aumente ya que este tipo de fenómenos se están volviendo más comunes.
Estos ‘migrantes climáticos’ puede que pierdan servicios de salud esenciales, lo que les hace más vulnerables a los brotes de enfermedades. Y perder sus hogares puede pasar mucha factura a la salud mental y física.
Las comunidades pobres y vulnerables tienen más posibilidades de sufrir los efectos de la crisis climática, que además afianzará las desigualdades. Con cada vez más gente vulnerable a enfermedades infecciosas y no transmisibles, será necesario un mayor esfuerzo e inversión para asegurar que las herramientas para salvar vidas, como vacunas, mosquiteros y tratamientos efectivos, alcancen a aquellos más necesitados.
Una acción conjunta y urgente es la única opción. La acción climática y las comunidades sanitarias deben encontrar una causa común. El sector de la salud debe reducir su huella de carbono y esforzarse más para hacer los sistemas sanitarios más resilientes y sostenibles. Los sistemas sanitarios también deben estar capacitados para aguantar crisis climáticas -sequías, olas de calor y precipitaciones extremas- y seguir teniendo energía fiable para los servicios esenciales. La sanidad puede ser un fuerte motivador para la acción climática. Los defensores de la salud y el clima, encabezados por jóvenes, deben trabajar juntos para priorizar una acción urgente que proteja la salud de las personas y del planeta. Cumplir la promesa de salud para todos, incluyendo la salud de nuestro planeta, depende de esto.