Intervención del Sr. Magdy Martínez-Soliman
T20 Argentina Inception Workshop: Vision & Strategies for 2018
2 de Febrero de 2018
Sesión plenaria: Acción Climática & Infraestructura para el Desarrollo
Es un placer participar en este panel el día de hoy.
Invertir en infraestructura sostenible y resiliente es un prerrequisito para lograr la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y para atender los impactos del cambio climático. Semejantes inversiones no sólo ayudarán a impulsar el crecimiento económico, aumentar la demanda, y crear empleos en el corto plazo, sino que serán los cimientos para un crecimiento de largo plazo y para un incremento en la resiliencia de nuestras sociedades respecto de los efectos negativos del clima.
La infraestructura y el capital físico siempre han sido una prioridad importante para los economistas del desarrollo, en tanto que los países para los que trabajamos tienen por lo general menos o menos desarrolladas infraestructuras y en todo caso adolecén de una excesiva concentración de las mismas en zonas urbanas, aglomeraciones costeras y en las regiones más ricas. Añadir infraestructura física ha sido una codiciada estrategia de desarrollo creadora de empleos. Sin embargo, la dificultad ha sido financiar tal infraestructura -con integridad para con el monedero público- así como manejarla y mantenerla.
Mientras la necesidad de infraestructura a nivel global es significativa, no se puede hablar de escasez de capital para pagarla, si uno se atiene a la cantidad total de activos financieros que a nivel global ronda los 300 trillones de dólares.
En este contexto, damos la bienvenida a la prioridad de la Presidencia argentina del G20 en torno a la movilización de recursos privados para reducir las necesidades globales en infraestructura.
Como lo reconoce la Presidencia del G20, actualmente el sistema financiero global no está canalizando ahorros hacia las inversiones requeridas por los Objetivos de Desarrollo Sostenible y las acciones para atender los efectos del cambio climático, incluyendo la infraestructura resiliente.
Por ejemplo, instituciones inversoras internacionales con depósitos de largo plazo disponen hoy en día de alrededor de 80 trillones de dólares de fondos que se podrían usar a corto plazo para financiar las medidas que requiere el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Con todo, los fondos de pensiones, por ejemplo, sólo invierten el 3 por ciento de sus activos globales en infraestructura, y aún menos en países en desarrollo. Esto tiene dos razones: el plazo y el riesgo.
En la actualidad, gran parte de la inversión se enfoca excesivamente en el corto plazo a causa de los incentivos del sistema financiero. No falta ahorro: de hecho, la proporción entre el ahorro y el PIB ha aumentado. Sin embargo, la inversión orientada al desarrollo sostenible requiere un horizonte más amplio que tome en cuenta productividades, pero también riesgos de largo plazo, tales como los asociados con el cambio climático.
Coincidimos con la Presidencia del G20 en que considerar el desarrollo de infraestructura como una nueva clase de activo es una avenida prometedora para canalizar los ahorros de hoy hacia inversiones de largo plazo en apoyo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
También necesitamos asegurar que un incremento en la inversión nueva no será destinado a un número limitado de países o sectores. Nuestros esfuerzos deben enfocarse en los países más pobres y en los sectores más relgado de nuestras sociedades – así como en aquellos cuyas infraestructuras son tan vulnerables como sus países, encareciendo sus inversiones: zonas afectadas por sequias, terremotos, huracanes e inundaciones. La financiación del desarrollo no puede estar guiada solo por la pobreza, sino que debe estar atenta a la vulnerabilidad ante el clima, los riesgos para la salud y los conflictos, que equivalen a carestía y riesgo.
En este sentido también damos la bienvenida al Pacto del G20 con África como un paso en la dirección correcta. Una mayor participación del sector privado será clave para su éxito.
Eventos climáticos tales como los huracanes María e Irma muestran cómo los desastres -y su creciente intensidad y frecuencia a causa del cambio climático- pueden echar por tierra los avance del desarrollo. En el caso de varios pequeños Estados insulares en desarrollo hay que añadir el flagelo que representan los elevados niveles de deuda. Para esos países, unos mecanismos de financiación en condiciones favorables seguirán siendo críticos para reconstruir mejor y prevenir desastres futuros.
Los instrumentos financieros que se usen para invertir en infraestructura sostenible y resiliente no exacerben otros riesgos tales como la inestabilidad macroeconómica o la presión de la deuda. Las reglamentaciones protectoras de la crisis crearon en su día mecanismos protectores de la banca, que hoy actúan como un desanimo a la inversión necesaria a los ODS, ya que imponen altos costes a las actividades más riesgosas según Basilea III, precisamente los sectores y países que necesitan las inversiones para el desarrollo sostenible.
Por lo mismo, necesitamos enfoques más estratégicos y sistemáticos en el manejo de la deuda. En vez de respuestas ad-hoc para aliviar las presiones de la deuda tras una crisis, hay argumentos sólidos a favor de instrumentos que se adapten más rápidamente a los repentinos cambios de coyuntura tales como bonos indexados al PIB. Estos instrumentos podrían desencadenar ajustes automáticos al servicio de la deuda ayudando de esta manera a los países a manejar más eficazmente sus riesgos de crisis. Nos complace observar un interés creciente en el G20 para probar y escalar tales instrumentos – porque los flujos financieros a las economías en desarrollo fueron negativo en 2016, por tercer año consecutivo, y lo habrán sido de nuevo en 2017.
En cuanto al manejo de riesgos en el sentido más amplio, el PNUD -y más allá, la ONU- han tenido como prioridad reducir los riesgos institucionales y de políticas a fin de promover inversión privada a largo plazo que ayude al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En el PNUD apoyamos a los gobiernos para reducir riesgos en sus políticas de energías renovables a través de marcos y mecanismos adecuados para atraer capitales a gran escala.
Damos la bienvenida al lugar destacado que ocupa el llamado a escalar las energías renovables que hace el Plan de Acción sobre Clima y Energía para el Crecimiento adoptado por el G20 en Hamburgo. Sobre el incremento de energía limpia, hay tendencias muy alentadoras que podemos aprovechar. Por ejemplo, se espera que las nuevas plantas solares fotovoltaicas y las de energía eólica capten 72% de los 10,2 trillones de dólares previstos para inversiones globales en nueva generación de energía de aquí al año 2040.
Los responsables de las políticas públicas también tienen que prestar atención a las dinámicas existentes de discriminación, así como atender adecuadamente consideraciones de género en el diseño, implementación y generación de empleo de proyectos de infraestructura. En el sector energético, la energía solar fotovoltaica es ya el primer empleador a nivel mundial (con 3,1 millones de empleos en 2016). Sin embargo, la proporción de mujeres en la fuerza laboral del sector solar es aún baja incluso en economías avanzadas (28% en EU, 26% en España, 24% en Alemania). Educación y oportunidades de capacitación para personal técnico e ingenieril deberían ser más incluyentes de las mujeres y los jóvenes.
Permítanme también subrayar que las alianzas son clave para encauzar capital hacia infraestructura sostenible y resiliente y hacia otro tipo de inversiones climáticas inteligentes.
A través de nuestra labor con el grupo de trabajo del Foro sobre Seguros para el Desarrollo (Insurance Development Forum) que copresidimos con BlackRock, estamos refinando los criterios para guiar las inversiones hacia infraestructuras resilientes -potencialmente abriendo nuevas clases de activos que ofrecerían oportunidades de diversificación para las Contribuciones Nacionalmente Determinadas. Estamos buscando ser innovadores combinando fondos públicos con activos del sector privado. Por ejemplo, tarifas o contratos por desempeño que incentiven las inversiones verdes y otras variedades de crédito podrían destrabar trillones en inversiones para la gestión del agua y el manejo de residuos sólidos. Y estamos cada vez más enfocados en ayudar a los países socios a desarrollar planes de inversión para sectores críticos identificados en sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas.
Estamos interesados en ampliar nuestra colaboración con todos nuestros socios en estas importantes temáticas.
En conclusión, quisiera subrayar que la infraestructura para nuevas tecnologías ambientalmente sostenibles, así como las nuevas tecnologías que propicie la creación, mejora y mantenimiento de la infraestructura, están a nuestro alcance. A través de más y mejor financiación, transferencias de conocimiento, y la creación de capital físico, tanto el sector público como el privado pueden jugar un papel importante en el incremento de la productividad de sectores económicos que se vean favorecidos por nuevas infraestructuras más eficientes. Además, generaremos el emploe que nuestras economías necesitan.