En respuesta al llamamiento urgente para actuar contra el cambio climático, más de 110 países se han comprometido a alcanzar la neutralidad de carbono de aquí a 2050, y muchos más están trabajando para mejorar sus objetivos climáticos nacionales antes de la 26ª Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático del año que viene. Sin embargo, el cambio climático no solo nos obliga a actuar de forma conjunta y urgente, sino que también nos exige que consideremos cuidadosamente cómo puede contribuir el agua a abordar la doble crisis del clima y la naturaleza, y a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En todo el mundo se observa la manera en que el cambio climático afecta a los recursos hídricos y cómo pone en peligro las necesidades básicas y los derechos humanos al agua y la higiene. 4.000 millones de personas sufren escasez severa de agua al menos un mes al año.
Cuando se produce una catástrofe, a menudo su agente es el agua. Las inundaciones, los corrimientos de tierras, las tormentas y las sequías son cada vez más frecuentes e intensas, lo cual supone una amenaza no solo para las vidas humanas, sino también para ecosistemas vitales y para nuestros avances en el desarrollo económico y social. En las últimas semanas hemos sido testigos de cómo dos huracanes ‒Eta y Iota‒ devastaban diversas zonas de Centroamérica, agravando la crisis humanitaria ya existente y la vulnerabilidad de los pueblos indígenas que no tienen acceso al agua ni a los sistemas de saneamiento. Según la empresa de servicios financieros Morgan Stanley, tan solo en los últimos tres años, el cambio climático ha causado alrededor de 650.000 millones de dólares de pérdidas económicas en todo el mundo.
La pandemia de la covid-19 ha puesto aún más de manifiesto las profundas desigualdades y fragilidades de las sociedades, que el acceso al agua ilustra dolorosamente. A pesar de que el lavado de manos sigue siendo una de las líneas defensivas fundamentales contra la propagación de la enfermedad, 3.000 millones de personas no disponen de medios para hacerlo en sus hogares. Además, uno de cada cuatro centros médicos carece de suministro básico de agua.
Recursos hídricos para adaptarse al cambio climático
La mayoría de los países son conscientes de los riesgos y la importancia de desarrollar su capacidad de adaptación. De los 137 países que la incluyeron en sus compromisos climáticos nacionales de 2015 (Nationally Determined Contributions, o NDC) en el marco del Acuerdo de París, la mayor parte concedió prioridad al agua como área para la aplicación de medidas adaptativas.
En cumplimiento de su Promesa Climática, actualmente el PNUD está ayudando a 115 países a que puedan cumplir compromisos aún más exigentes en materia de clima. El Programa apoya a docenas de naciones que han decidido reforzar las medidas relacionadas con el agua a fin de contribuir a reducir las emisiones o adaptarse a sus repercusiones. Además, algunos de los proyectos más importantes del PNUD relacionados con el agua reciben apoyo a través de la cartera de Adaptación al Cambio Climático.
Sin embargo, un aspecto que a menudo se ha pasado por alto es el papel del agua como elemento básico de las medidas de reducción de emisiones propuestas por los países. Las soluciones basadas en la naturaleza, como las infraestructuras ecológicas, pueden impulsar la captación de carbono y reponer los recursos hídricos. Ahora bien, estos últimos también pueden sufrir consecuencias negativas como consecuencia de las acciones a favor del clima. Los cambios en la combinación de energía hacia la hidroeléctrica o los biocombustibles, por ejemplo, pueden tropezar con limitaciones impuestas por la disponibilidad de agua y la demanda de recursos que compiten entre sí. El PNUD y sus asociados ayudan a los países a tener en cuenta las interacciones entre las diferentes funciones del agua al mejorar sus contribuciones establecidas en el plano nacional.
La información disponible indica que el suministro de agua y los servicios de saneamiento son responsables, directa o indirectamente, de entre un 3% y un 7% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Las emisiones directas proceden del metano y el óxido de nitrógeno liberados durante el tratamiento de las aguas residuales, y ‒posiblemente en mayor medida‒ de los residuos y las aguas residuales no tratados adecuadamente. Las emisiones indirectas son producto de la energía utilizada para la extracción, el transporte y el tratamiento del agua.
La causa no es solo la gran demanda de agua de nuestras actividades económicas, sino también las enormes ineficiencias en el suministro y la distribución. Según el Banco Mundial, en los países en desarrollo cada día se pierden alrededor de 45 millones de metros cúbicos, con un valor económico de más de 3.000 millones de dólares al año. Subsanar estas ineficiencias no solo nos permitiría ampliar el acceso a millones de personas, sino también ahorrar agua y energía y reducir las respectivas emisiones producto de las actividades de gestión del agua y las aguas residuales.
Progresar mejor
La actual crisis económica, climática y de salud pública ofrece una oportunidad para mejorar la gestión de nuestros recursos hídricos y ampliar el alcance del suministro de agua y los servicios de saneamiento. Si los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado trabajan juntos, los servicios se podrán ampliar a los 785 millones de personas que en 2017 todavía carecían de acceso al suministro básico de agua, y a los 2.000 millones que siguen teniendo que vivir sin el saneamiento más elemental. A medida que los países elaboran planes de recuperación y se preparan para posibilitar cambios de hábitos que mejoren la higiene ‒invirtiendo en información, acceso y ampliación de las infraestructuras‒, instamos a que estas inversiones promuevan una vía de desarrollo ecológica, equitativa, y con capacidad de adaptación.
En colaboración con el Fondo Verde del Clima (FVC) y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial-Fondo para los Países Menos Adelantados (FMAM-FPMA), el PNUD apoya medidas de adaptación al cambio climático, como la recogida de agua de lluvia y la ampliación de los servicios a los atolones exteriores de los pequeños Estados insulares en desarrollo (SIDS, por sus siglas en inglés), entre ellos las Islas Salomón, Maldivas y las Islas Marshall.
Gracias a la colaboración entre el PNUD y el FMAM de aguas internacionales, somos uno de los actores más importantes del mundo en lo que se refiere a gestión integrada de recursos hídricos en el contexto transfronterizo. Al aplicar un enfoque basado en el ecosistema, estos programas ayudan a adaptarse al cambio climático, al mismo tiempo que contribuyen a mitigarlo. A través de la Red Internacional de Desarrollo de Capacidades para la Gestión Sostenible del Agua (Cap-Net), ayudamos a los profesionales del agua a implementar medidas de mitigación de los efectos del cambio climático y de adaptación a ellos. En este ámbito, los cursos de formación en sistemas de abastecimiento de agua alimentados con energía solar han sido de los más demandados.
Para ayudar a los países a incluir más productivamente el agua en el proceso de mejorar sus NDC, el PNUD y sus socios (entre ellos, la Alianza para la Adaptación Global del Agua, la Asociación Mundial del Agua y el Instituto Internacional del Agua de Estocolmo, respectivamente AGWA, GWP y SIWI, por sus siglas en inglés, este último a través de la asociación Servicio de Gobernanza del Agua PNUD-SIWI) han organizado una serie de cursos prácticos sobre el agua y el clima con el objetivo de mejorar la coordinación entre los responsables de la toma de decisiones y los profesionales. Otros cursos prácticos en diferentes idiomas y regiones están en preparación.
El PNUD, que trabaja en 170 países y territorios, seguirá colaborando con sus asociados para aunar recursos y conocimientos técnicos a fin de contribuir a ampliar el acceso a los servicios básicos, así como una gestión equitativa y sostenible de los recursos. Utilizaremos de manera inteligente la gestión del agua para garantizar que las acciones y las intervenciones socioeconómicas relacionadas con el clima sitúen nuestro futuro en una senda estable hacia la neutralidad de carbono.
Articulo publicado originalmente en Planeta Futuro.